El posicionamiento de mons Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria, en su enfrentamiento con Abascal, me pareció poco pertinente con lo que es esperable de un obispo católico. Entra al trapo, de manera impulsiva, ante una cierta provocación, y muestra claramente la patita. Responde, ¡cómo no!, desde la misma concepción religiosa que dice profesar Abascal: religión de creencias, jerarquía, sumisión.
En consecuencia, se permite la licencia de acusar a Abascal, presuntamente, de ‘homofobia’, que, dice, “es incompatible con el Evangelio”, de que estaría tirando piedras al propio tejado pues en Vox “no están dispuestos a perder ni un voto de un solo católico”. Es más, concluye con la siguiente amenaza: "La primera metedura de pata es de Vox porque un ataque frontal, injusto, a la Iglesia lo pagaría caro en las elecciones y no le conviene". ¡Qué pena! La posición de mons Elizalde nos retrotrae a tiempos, incluso, anteriores al Concilio Vaticano II. ¿Quién le habrá aconsejado meterse en camisa de once varas? ¿Por qué se arroga la orientación del voto de los católicos? ¿Acaso es esa su experiencia y su práctica habitual en la materia? ¿Dónde queda aquello de Jesús respecto a devolver al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios? (Mt 22, 21).
Como era presumible, Quintana Paz sale al quite del incoherente Abascal, metido en muy graves apuros. Se ve en la necesidad de lavar su imagen. Para lograrlo, echa mano de la historia y ofrece esta definición de Vox: “no puede ser un partido católico (en el sentido de coaligado) con la jerarquía eclesial, sino gibelino. Esto es, que sea capaz de hablar de tú a tú con los obispos” o, dicho en otros términos, “Vox debe ser un partido inspirado en principios cristianos, pero no abrazado a los jerarcas de la Iglesia Católica”. ¡Vaya galimatías! Lo acabó de arreglar. ¡Vaya contradicción! En efecto, califica a Vox como partido católico, no ligado a la Jerarquía católica, capaz, por tanto, de hablar de tú a tú con los obispos. ¿Habrá algún católico, que apoye a Vox, y que no muestre resistencia clara a ese modo de entender la fe religiosa católica?
La experiencia nos dice exactamente lo contrario. El modo de entender la política y, sobre todo, el modo de organizar las relaciones entre la cúspide y las bases del partido se basan en la idea de la sumisión y de la obediencia, hasta el punto de que las bases en Vox tienen prohibido pensar. En su funcionamiento habitual, Vox se desenvuelve como si fuera una organización religiosa tradicional (cf. Delgado, Vox, como una organización religiosa, MD), esto es, una religión de creencias, de jerarquías, de sumisión y obediencia, en la que me temo que no tiene cabida hablar a los obispos de tú a tú. Incluso, una parte notable de la militancia de Vox, y, por supuesto, sus lideres más significativos, profesan la fe católica en su expresión más tradicional y conservadora: la sumisión y la obediencia a la Jerarquía son esenciales. ¿Acaso, señor Quintana Paz, pretende que Vox mute precisamente en aspecto para ellos tan sensible como es su fe católica?
Precisamente, en base a tal coincidencia en le fe profesada por ambos, se explica la fuerte problematicidad de Vox en la política española. Vox aspira legítimamente a convertir la doctrina y moral católicas en una visión del mundo y de España más justa. Y lo intenta llevar a cabo mediante la conversión de dicha cosmovisión en artículos de ley positiva. Este segundo paso es ya harina de otro costal, como ya dejó fijado hace mucho tiempo el gran Arturo Carlo Jemolo. ¿Lo entenderán alguna vez los fundamentalistas católicos de Vox y los medios de comunicación que le apoyan, así como la propia Iglesia católica? Ésta última, por cierto, ya no es lo que fue, ha perdido credibilidad a chorros, está presente en una sociedad laica y, en general, anticlerical y aparece como poco atractiva hasta el punto de que ya no genera cultura (Francisco).
“Vox debe ser un partido inspirado en principios cristianos” (Quintana Paz). ¡”Qué largo me lo fiais”! No comparto la idea según la cual ‘católico’ sea sinónimo de ‘cristiano’. Ni mucho menos. Encierran, aunque no lo parezca, realidades, contenidos, principios y concepciones manifiestamente diferentes. El cristianismo se refiere a una concepción religiosa, diametralmente opuesta a lo que ha venido representando y representa la Iglesia católica en este momento. El cristianismo es una religión de conducta, de experiencia, de comportamiento, de testimonio de vida.
En fin, lo que le faltaba a Vox: Meterse en semejante berenjenal. No lo hará pues nadie en Vox hará suya una dejación de sus convicciones católicas más conservadoras y tradicionales. En cualquier caso, el voto católico, expresado en el sentido de Mons Elizalde, y del propio Abascal, ya supone la atribución a los católicos (e indirectamente, a la propia Iglesia) que apoyan a Vox una cierta complicidad responsable de la situación política que se padece en España. No parece que faciliten construir una alternativa razonable, que ellos mismos consideran muy necesaria.




