El gobierno de España ha contratado a 100 expertos economistas, sin importar la ideología, para definir la España post Covid. Aportarán ideas que se concretarán en la elaboración del informe “Prospectiva de los retos de España para el periodo 2030-2050”.
Es una campaña de imagen que, según dicen, no va a costar ni un euro. Lo que está claro es que es una pérdida de tiempo que no va a servir para nada. Ni para salvar la imagen.
En general, de los economistas se espera que anticipen el futuro y realicen predicciones. Los pocos que aciertan aprovechan su “capacidad de predicción” para vender libros o titulares de diario: “El economista que anticipó la crisis de 2008 anuncia ahora que…”. Para uno que da en el clavo, cientos se equivocan. Hasta Keynes dijo en 1927 que no iba a haber más colapsos económicos. Dos años después, ya sabemos lo que ocurrió.
Los economistas no saben más que usted sobre predicciones de futuro. No tienen súperpoderes. Como los médicos, su trabajo consiste en realizar un diagnóstico sobre un problema concreto y aportar soluciones. Un médico no le dirá cuando tendrá su próxima enfermedad. Lo que hace es tratarla cuando la tiene, teniendo en cuenta todo tipo de aspectos: genéticos, del entorno, fisiológicos, de comportamiento, etc. Un error común en el gremio de los economistas es hacer el análisis con el retrovisor puesto, es decir, basándose en situaciones pasadas. Todo diagnóstico requiere eterminar cómo es el entorno. ¿Sabe usted qué entorno se dará el año 2030? Un economista tampoco. Por eso, dar recetas a diez años vista es un despropósito.
Si todos tuvieran la capacidad de adivinar el futuro, serían Michael Burry, en quien se basa la película "La gran apuesta" (The great short). Burry, encarnado por el magnífico Christian Bale, vio la caída que iba a sufrir el mercado de la vivenda americano por la compra compulsiva de viviendas y el consecuente aumento de precio. Mientras todo el mundo compraba, él vio la insostenibilidad del sistema y apostó a la baja con todo tipo de herramientas financieras. Tras tratarle de loco, el tiempo le dio la razón y acabó siendo millonario tras explotar la burbuja.
Predecir es trabajo de astrólogos o pitonisos. Si hemos visto como en dos meses un virus ha dado la vuelta a la economía planetaria, divagar sobre qué encontraremos en el año 2030 es una tarea para llevar a cabo en un bar un viernes por la tarde. La economía post covid ya ha empezado. No sabemos si tendremos una recuperación en forma de V, W, L o de anagrama de Nike y ¿estamos pensando a 10 años vista?
Pero lo más inútil va a ser poner de acuerdo a 100 personas. Si tres son multitud, sacar algo en claro con un centenar de personas es misión imposible. Por eso, han previsto una cláusula residual que dice que cuando los expertos se topen con asuntos que implique un gran choque ideológico, los aparcarán. Me temo que muchos quedarán parados.
Incluso si hubiera acuerdo, ¿alguien cree que el gobierno que esté en el poder en 2030 hará caso a un documento realizado diez años antes sobre lo que se esperaba que iba a pasar una década después? Son ganas de hacer perder el tiempo.
Encima, entre los expertos “elegidos” no hay ninguno de los actuales economistas de cabecera del PSOE, lo que ha creado un gran enfado en las filas socialistas. Los que llevan el timón hoy ¿no han sido elegidos entre los 100 expertos? Sorprende. Según dicen desde el entorno socialista, un 70% son afines al PP o han trabajado para propuesta de ese partido y la mayoría es favorable a la reforma laboral del PP.
Para acabar, dicen que no cuestan nada porque trabajan gratis. Como buenos economistas deberían valorar ese coste que siempre se olvida: el coste de oportunidad que conlleva trabajar horas en un proyecto que no tendrá practicidad futura. 100 economistas dedicando un ingente número de horas a otros menesteres más productivos obtendrían un elevado valor y, al dedicarlas a un trabajo improductivo, representan un elevado coste.
Les doy unas pistas para mejorar la sociedad desde ahora en adelante. Pongan los cimientos del futuro en ser pioneros en tecnología, apuesten más por el I+D+i, recuperen en talento perdido, apuesten por un turismo de calidad basado en la atracción de profesionales extranjeros que trabajen desde España aunque su sede empresarial radique en el extranjero, apuesten por la blockchain de bitcoin (BSV) como plataforma del futuro, transparente y escalable. Bajen impuestos y ayuden al emprendimiento. Faciliten los trámites para la creación de empresas. Las empresas crean trabajoy recaudación de impuestos pero deben crearse con conocimientos. Introduzcan estudios sobre finanzas desde pequeños. Apuesten por una educación de calidad, sin ideologías, con un fuerte componente científico y tecnológico y favorezcan las habilidades críticas y la resolución de problemas desde pequeños. Muchos de los oficios que existirán en el periodo 2030-2050 aún no han sido creados y se requiere una gran versatilidad y espíritu crítico. Y, sobre todo, pongan tecnócratas con experiencia en el ámbito privado y la sociedad civil a dirigir el país. Requieran experiencia empresarial para ser gobernante. Se necesitan más gestores y menos políticos. Aunque para atraerlos haya que subir salarios a los dirigentes. Los buenos se van a la privada porque pagan mejor y, encima, no ven como se les investigan hasta encontrar una fisura en tu vida pasada con el objetivo de desprestigiarlos.