La Ponencia Técnica del Patrimonio Histórico de Mallorca ha declarado el monolito de Sa Feixina como Bien Catalogado de Interés Cultural (BIC). Una declaración que impide formalmente la intención de Cort de derribarla. Era inevitable. Mantenerlo y derribarlo a la vez es intrínsecamente imposible. El resultado técnico apoya necesariamente una de las dos posturas enfrentadas y se posiciona en contra de la otra. Los defensores de la obra, basados en su potente carga simbólica y conmemorativa han visto reforzadas sus tesis en contra de los que desean derribarlo a toda costa.
Sin embargo, el gobierno municipal, a vuela pluma, ha mostrado su interés en “buscar otro informe” en el que apoyar la decisión predeterminada de derribarlo. Julius Henry Marx, Groucho, para los amigos, salvando las diferencias, no lo hubiera hecho mejor; estos son los principios y si el resultado de la comisión técnica y participativa pertinente no es de su agrado, buscarán otra. Sin importarles, que no atender las decisiones de la Ponencia Técnica de Patrimonio Histórico pone en peligro potencial todo el patrimonio de Mallorca.
Es obvio reconocer que con más o menos razones, en el subconsciente, siete décadas después de la contienda militar fratricida, el duelo entre los dos bandos sigue vigente. A lo más, se disimulan.
En este mismo sentido, no menos grouchianas resultan las argumentaciones simultáneas y opuestas de la Portavocía del Govern y de su Vicepresidencia, para justificar la supresión de los contratos negociados sin publicidad. Por versiones que no quede. Cuando en realidad, la digitación ha dado un salto cualitativo y se ha humanizado; ha pasado de los contratos a las personas. Ayuntamiento, Consell, … Estamos bien servidos.
