A principios de los años setenta, nuestra madre nos llevaba a mis dos hermanos y a mí dos o tres veces al año a la planta de ‘Oportunidades’ de Galerías Preciados, en Jaime III, con el propósito de comprarnos ropa a muy buen precio y el deseo de que pudiera durarnos, además, el máximo tiempo posible. Siempre nos atendía el mismo dependiente, que era una persona muy amable, capaz de interesarse también por nuestros pequeños problemas personales o económicos de aquel entonces.
Otro punto de referencia de compras para mi madre en aquellos años era Tiburón, en la calle Velázquez, que también visitábamos de vez en cuando. De esa forma, descubrimos ya en nuestra más o menos tierna infancia el apasionante mundo de las ofertas, los saldos y las oportunidades, del que nos acabaríamos haciendo especialmente devotos durante todos aquellos años y también en los de nuestra adolescencia y nuestra primera juventud.
El imperativo que como familia nos movía era comprar bien y a la vez ahorrar, dada nuestra difícil y compleja situación económica en aquel entonces. Más adelante, vinieron unos años un poco mejores a nivel de ingresos, gracias a nuestros respectivos nuevos trabajos. Por esa razón, mi madre, mis dos hermanos y yo nos olvidamos un poco de aquella época de Tiburón y de Galerías Preciados, pensando que la habíamos dejado atrás ya para siempre y que habíamos entrado a formar parte de forma definitiva de la clase media española. Naturalmente, nos equivocamos.
Ahora, en estos tiempos algo confusos económicamente, hemos regresado un poco a nuestros orígenes y hemos vuelto al apasionante mundo de las ofertas, los saldos y las oportunidades. En el fondo, creo que en aquellos lejanos años setenta desarrollamos como familia una especie de sexto sentido —«a veces veo pares sueltos»— para intentar encontrar los productos más necesarios al mejor precio. Esa intuición creo que, por fortuna, no llegamos a perderla nunca del todo.
Y aquí estamos de nuevo, como miles de familias españolas más en parecidas o idénticas circunstancias, comprando casi como hace cinco décadas y en parte con una cierta añoranza de aquella infancia pasada parcialmente entre los probadores de Galerías Preciados y los de Tiburón.





