Reconozco que las últimas semanas he estado un tanto dramático, incluso cansino. Así que creo que no vendría mal que me bajara un rato de la parra del mal rollo. Y les diré que no me alegra que hayan entalegado a Junqueras y a parte del gobierno cesado de la Generalitat. No disfruto con las desgracias ajenas, por mucho que sean buscadas. De las gilipolladas esas de los presos políticos, ¿qué quieren que les diga? Todo el mundo es experto en Derecho. Miren, Jaume Matas o Maria Antònia Munar, por citar solo dos ejemplos, también fueron gobernantes legítimamente elegidos en las urnas y acabaron en el trullo como tantos otros. Nada de eso importa a los que claman libertad y democracia. Ya sabíamos, por harto repetido y cierto, que el marxismo es la cuarta religión monoteísta. Ahora hemos constatado —a tenor de las barrabasadas que algunos sueltan— que el independentismo es un credo laico, incuestionable y dogmático. Rebatirlo resulta fútil. Cabezamocho puede prometer que los ancestros catalanes de Ganímedes llegarán en su caravana espacial para salvar al pueblo elegido y le creerán. Mientras, se pone tibio a mejillones con patatas fritas en Bruselas. Ha descrito una España fascista, opresora y violenta. Y los suyos comulgan. Tan chungo es el estado del que es prófugo que ha dejado a la parienta y a las niñas en España. Digo yo, que de ser cierto su relato apocalíptico, como buen padre y amante esposo, hubiera salvado a la Topor y a las crías en lugar de pirarse solo. Nuestro David Koresh de Gerona se he endiosado en vida, quién sabe si por convicción, desesperación, alucinación o la suma de las tres cosas. Y sus fieles davidianos loan cada uno de sus erráticos movimientos como si fueran fruto de la mente de un guía mayestático, del más grande estratega del universo. La secta no admite fisuras ni pensamiento crítico. ¿Discutir, para qué? Muera el individuo, viva el cabestro. Puf, ya está, se apagaron las luces.
Sigo con las luces… No anda sobrado de las mismas Joan Tardà cuando propone que los municipios catalanes no las enciendan en Navidad como protesta por el encarcelamiento de los golpistas. ¿Pero qué le han hecho los niños? Lo de Esquerra con la Navidad viene de lejos. A ellos que tanto les gusta hablar de Franco no les va bien que les recuerden su pasado. Su adorado Lluís Companys prohibió cualquier acto relacionado con la Navidad. El alcalde de Lérida, Joan Rovira Roure, pensó que nada malo había en celebrar la tradicional Cabalgata de Reyes y acabó fusilado en el paredón por ello en agosto de 1936. Si creen que me invento la historia, pueden leerla en la página web del Bisbat de Lleida y le piden explicaciones al Obispo.
Al que también le faltan luces es a Toni Noguera, el alcalde de Palma. No sean mal pensados, no me refiero a su capacidad intelectual, no. Literalmente le faltan luces, o sea, que no tiene bombillas suficientes para iluminar en Navidad las calles comerciales de la ciudad. Por eso los comerciantes le han regalado una caja de bombillas como queja. La electricidad es cosa complicada para los políticos. Les suelen faltar luces y les sobran enchufes. Que se lo digan a Martí March, nuestro mandamás de la Educación, y a su legión de asesores. Con tan nutrido ejército Napoleón hubiera alcanzado Moscú antes de la llegada del cruel invierno ruso.
Por aquello de ligar el cruel invierno ruso, la Educación —con mayúsculas— y la falta de luces, los que se han lucido —valga el oxímoron— han sido los del PSIB, Més por lo que sea y Podemos. Una vez que Toni Pastor de El PI ha dado el pistoletazo de salida asegurando que no hay adoctrinamiento en las escuelas, todos se unido y —como en la vieja canción de Siniestro Total— caminan «juntos de la mano, hacia la extinción». El nuevo mantra es decir que el adoctrinamiento no existe, que eso es una campaña de desprestigio contra los profesores. Mientras Ciudadanos mantiene izada la bandera en el castillo, los del Partido Popular se han perdido de camino a Moscú y ya deben andar por los Urales, pobrecitos ellos, ateridos de frío. Ni de coña sacan una mayoría absoluta en el año 2019. Y que no lo flipen, no va a llegar el san bernardo con el barrilete de coñac al rescate. Lo de ganar las elecciones por inercia, porque los otros las pierden, se ha acabado. La única alternancia que continúa vigente es la buena e higiénica costumbre de cambiarse los calzoncillos sucios de ayer por los limpios de hoy. Entre si son galgos o podencos, los niños bien educados en la mentira crecen y se convierten en los «chicos del maíz» o en Arran —que viene a ser lo mismo— y adoran a la diosa pagana Anna Gabriel, al ser supremo creador Cabezamocho, o a su apóstol terrenal Tòfol Soler, que mira que me cae bien el hombre, aunque está más perdido que un vegetariano en un asador de Segovia.
Todo esto se arregla derribando un monolito o un edificio de esos que los de ARCA defienden y a Cort no le importan. Si la cosa falla, a modo de festejo popular, se monta una buena quema de libros que es una cosa muy socorrida para reivindicar la supremacía cultural del rebaño subvencionado. Me ha emocionado la XXVIII Setmana del Llibre en Català que a modo de aquelarre indepe han montado en Palma estos días. No le falta nada: una pregonera catalana independentista, poemarios, escritores de la cuerda, petición de libertad de los presos políticos y nuestra presidenta, Francina Armengol, compungida con sus sempiternos pucheritos de «Madrid nos roba». Dada la cercanía de jalogüín, he echado en falta que no se hubiera presentado la Forcadell montada en una escoba. O en una fregona, que queda más Puigdemont. Maria Barceló, presidenta del Gremi de Llibreters, soltó en el acto de inauguración que «por muchos barrotes que nos pongan, nunca podrán encarcelar nuestras palabras y pensamientos». Por mí, te puedes quedar todas tus palabras y pensamientos. Flaco favor le hacéis a la Literatura. Ahora resulta que la tropa de la subvención y la panza plena sois mártires y no podéis escribir lo que os venga en gana. Venga ya, hombre. Eso se lo contáis a Solzhenitsin… Ah, no, que como era un represaliado soviético no cuenta. Seguro que era un facha. Entre el sarao de escritores, editores y tenderos indepes y la quema de libros no hay demasiada diferencia. Al final le pegamos una patada en los cojones a la Literatura y espantamos a los lectores. De verdad, los libros merecen un respeto, lo de escribir y leer es serio. Buscad un motel de carretera y pagadlo de vuestro bolsillo para dar rienda suelta a vuestra endogamia, no nos obliguéis a costear vuestro vicio con nuestros impuestos y a, lo que es peor, encima tener que presenciarlo.
Lo que me ha dejado chafado esta semana ha sido la brutal salida del armario del actor Kevin Spacey. Resulta que Spacey es gayer —que a mí eso me da igual—, pero gayer chungo, de esos de «cuando vengas a mi casa ponte mocasines porque como se te desate el cordón del zapato y te agaches para atártelo te hago abro un pozo de petróleo en el patio de atrás». ¡Joder, no puede ser, que es Keyser Söze! Con permiso de los citados en la presente columna, el tipo duro de la semana, el protagonista, ha sido un pobre subsahariano al que Salvamento Marítimo ha rescatado a tres millas de Ceuta cuando intentaba alcanzar la costa española encima de una tabla con un traje de neopreno, un remo y unas aletas por todo equipamiento. Eso sí que son pelotas. Ante este tipo me quito el sombrero. Eso sí que es un viaje de verdad y no lo de pillar un avión a Bruselas.
La que me ha roto el corazón es Marta Rovira, la diputada de Esquerra que parece ser el relevo de Junqueras. Sí, I’m in love. La adoro, la quiero a todas horas en la pantalla de la televisión, muero por sus lágrimas. Ha conseguido que me olvide de Fina Santiago. Lo siento, Fina, Marta me ha robado las entrañas. Si ella supiera de mí y del amor que siento por ella… Pero esa es otra historia…