Aun no ha llegado el momento de medir la gestión del club y el proyecto de Robert Sarver para el Mallorca si es que tiene alguno. No es que regresar o no a Segunda en el mes de junio condicione el análisis. En todo caso no sería más que rescatar una deuda contraída no solo con la afición, sino con un amplio sector de la sociedad mallorquina. Y el título de campeón de grupo que está a punto de levantar no es nada sin el complemento del ascenso.
Maheta Molango fue el CEO designado por el millonario americano para dirigir y encauzar su extraña inversión, pero a día de hoy su trabajo no ha aportado el menor beneficio a la entidad. Sin abandonar el terreno estrictamente deportivo no fue capaz de invocar soluciones a un equipo que, bajo la batuta de Fernando Vázquez, presentaba numerosas vías de agua. No valía mirar hacia el depredador Claassen, pues tuvo seis meses para cambiar de rumbo y no lo hizo. Luego, lejos de evitar los mismos escollos, renovó al técnico fracasado, diseñó una plantilla a su caprichoso albedrío y hundió al club fuera del ámbito de la Liga Profesional. Ahora mismo no puede poner en el mercado a un solo futbolista con futuro, sin ningún recurso humano notable y una operación de limpieza limitada a empleados ajenos a cualquier responsabilidad en el naufragio, algunos de ellos con un mallorquinismo más que acreditado. La herencia se limita al “players lounge” de la Ciudad Deportiva y el “chill out” de Son Moix. Menos que las “majorettes” del alemán y el “chiquipark” de Cerdá.
Pero ya digo que antes de profundizar más, es aconsejable dejar que transcurran las dos jornadas que restan del campeonato regular y lo que venga después. Suceda lo que suceda nada se va a borrar, pero que no nos acusen de distraer la atención del personal.