Ciudadanos se colapsa

La debacle de Ciudadanos sin duda puede ser digno de estudio en Universidades de todo el mundo como va a ser en todos los círculos politológicos de España. Un partido que nació para ser la respuesta al nacionalismo catalán y que tuvo en sus manos dirigir la política estatal, ha acabado viendo como los dos partidos a los que se quería enfrentar cuando se creó (JxCat y ERC) le han doblado en escaños aún presentándose sólo en una comunidad autónoma.

Los motivos del descalabro son muchos: un viraje derecha-ultra derecha-izquierda sin ton ni son, un líder que parece estar en un globo aerostático, no haber evitado la nueva convocatoria de elecciones pactando con Sánchez, candidatos estrella metidos en calzador, haber comprado la agenda política de Vox, y la gran fuga de talentos que ha tenido la formación. También añadiría el fichaje de algún personaje gafe aunque eso queda en el ámbito de los chistes.

Sin embargo, el gran problema de Ciudadanos es la total falta de coherencia forzada por el personalismo de Albert Rivera. Se supone que la naranja es una formación liberal -de hecho se metió en el Partido Liberal Europeo (Alde) a fuerza de sacar de él a JxCat- pero luego a la vez, hace de la unidad de España su principal bandera, cuando liberalismo y nacionalismo (en este caso español) son conceptos antagónicos.

También hay puntos del programa político de Ciudadanos difíciles de entender desde un posicionamiento liberal. Ejemplo práctico: la gratuidad de los libros de texto. Esta propuesta, con la que se puede estar de acuerdo o no, no es en absoluto liberal, por lo que perjudica venderse con una etiqueta pero luego no responder a ella.

Y no podemos abstraernos a otro factor totalmente perjudicial. Durante estos meses, la imagen que han exudado es que sólo se busca la imagen de la confrontación, del enfrentamiento o, lo que se ha venido a llamar en twitter, el montar pollos.

La lástima de todo esto es que el espacio liberal era y es necesario en el espectro político español, pero en vez de escuchar a quienes querían mantener el rumbo de la centralidad, Albert Rivera ha querido imponer sus postulados personalísimos e incoherentes rodeándose de quienes estaban en su corriente y apartando las voces críticas. Los resultados no hubieran podido ser más nefastos.

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