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Campos escampa

miércoles 21 de junio de 2023, 05:00h

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El principal escollo para mantener un diálogo negociador razonable que posibilitase la investidura de Marga Prohens como nueva presidenta del Govern era, sin duda, la figura del cabeza de lista de Vox al Parlament, Jorge Campos.

El fundador del Círculo Balear, entidad que se consagró a la cruzada catalanofóbica más furibunda, ha transitado desde los cargos de tercera fila en el PP de Bauzá, hasta llegar a su propio proyecto político -Actúa Baleares-, que ha acabado recalando en Vox por razones de posibilismo laboral, es decir, porque sin una marca nacional que le arrastrase votos las opciones de conseguir un cargo y un sueldo -verdadero norte de nuestro protagonista- tendían a cero.

Su abierto enfrentamiento con Fulgencio Coll le ha granjeado las antipatías de un sector muy significativo de su propio partido. Las de las demás fuerzas, las atesoraba todas, sin excepción. Campos no cae bien a nadie que no sea de Vox y ni siquiera cae bien a la mayor parte de los votantes de Vox, todo un récord.

Este valenciano nacido en Palma ha hecho de la exacerbación de las polémicas lingüísticas su banderín de enganche, vendiendo un incendiario discurso que haría temblar las bases constitucionales y estatutarias de la cooficialidad del castellano y del catalán en Balears, para lo que no dudaba en erigirse en filólogo de barra de bar y cuestionar con argumentos pueriles y acientíficos la unidad de la lengua catalana, algo sin duda importado del blaverismo más rancio de la Comunidad Valenciana, entorno en el que Campos se movería como pez en el agua.

Defender los derechos de los castellanohablantes de nuestras Islas -algo muy razonable- no puede confundirse con el menosprecio constante que Campos ha exhibido hacia la otra lengua oficial de nuestra comunidad. Para lo primero, lo segundo es absolutamente innecesario. Solo el soberanismo comparte esa visión de lenguas enfrentadas cuyos hablantes están predestinados a odiarse sin remedio. Los extremos, como siempre, se tocan.

Prohens, fiel a su estilo y convicciones, busca transmitir un proyecto de moderación, equilibrio y sentido común que, con Campos, se quebraría por completo.

Por eso, cualquier acuerdo de legislatura o siquiera de investidura -en ningún caso, de gobierno- entre el Partido Popular y Vox pasaba por el hecho de que Campos renunciara a codiciar un puesto en el organigrama institucional de Balears, ya fuera en la Mesa del Parlament o, todavía más lejos de la realidad, en algún cargo de gobierno. Sus resultados electorales no han avalado en ningún caso esta exigencia, y ni siquiera se han acercado a los obtenidos por su gran rival -el general Coll- en el Ayuntamiento de Palma.

Campos escampa, pero se lleva a Madrid su flamígero discurso que, muy posiblemente, le dará pábulo entre determinados medios capitalinos, contribuyendo a perpetuar la distorsionada visión que muchos mallorquines percibimos en quienes tienen serias dificultades para asimilar que somos una comunidad bilingüe, donde dos lenguas conviven con absoluta normalidad, aunque no exenta de situaciones que precisan corrección, a ser posible consensuada entre los grandes partidos de esta tierra y huyendo de los extremos.

Somos lo que somos, mal que le pese a Campos y a quienes, desde esos extremos, alimentan el conflicto. Para lo bueno, y para lo malo.

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