Los invitados proceden de distintas entidades y proyectos sociales vinculados a la propia Iglesia. Antes de sentarse a la mesa, está prevista una visita al Museu d’Art Sacre de Mallorca, un gesto que pretende unir fraternidad y cultura en una misma actividad.
El encuentro se presenta como “un signo de fraternidad, acogida y esperanza”. Es el tipo de liturgia social que el papa Francisco impulsó en 2016 durante el Jubileo de la Misericordia y que cada año invita a las comunidades cristianas a revisar su compromiso con la justicia social. En su mensaje de esta edición, el papa León XIV insiste en que “los pobres no son una categoría de personas a quienes ayudar desde fuera, sino hermanos y hermanas con quienes compartir la vida, el pan y la esperanza”. Y remacha: “No puede existir una fe cristiana auténtica sin gestos concretos de amor”.
Taltavull ha reforzado esa misma idea en un texto difundido esta semana. Reclama vivir esta jornada “no como una cita puntual, sino como una actitud permanente de nuestra Iglesia, que quiere ser servidora, sencilla y próxima”. El obispo añade que “los pobres nos evangelizan, porque nos hacen ver el rostro de Cristo en su fragilidad” y advierte que la caridad no puede limitarse a “la simple limosna”, sino que debe evolucionar hacia la relación y el compromiso.
La cena, simbólica en lo litúrgico y significativa en lo social, pretende recordar que la exclusión en Mallorca sigue siendo un problema estructural. En este sentido, caber recordar que más de 800 viven en la calle y carecen de hogar en Mallorca.







