Este artículo, más que de platos que tienen una historia detrás, que también, o de los que nacieron de una genialidad culinaria de algún cocinero a veces anónimo, va de platos que llevan el nombre de un artista o de algún episodio o personaje histórico. En otra ocasión hablaré de elaboraciones culinarias que son fruto de un error, de la necesidad o de una casualidad. De momento, aquí os dejo cinco historias.
- Pollo Marengo. A mediados del año 1800, en los alrededores de la aldea agrícola de Marengo (Piamonte, Italia) Napoleón Bonaparte se disponía a librar una de las batallas más importantes de su vida contra el Imperio Austrohúngaro. Las tropas enemigas habían destrozado las cocinas de campaña del ejército francés y el chef de Bonaparte mandó a unos soldados a buscar víveres por las granjas de los alrededores y encontraron gallinas, champiñones, cangrejos, ajos, cebollas, vino, aceite y tomates, con lo que elaboró un guiso. A pesar de que Napoleón era vulgar y ordinario comiendo, el plato le encantó, y decidió ponerle el nombre de la localidad en la que consiguió una destacada victoria.
- Solomillo Wellington. El aristócrata irlandés Arthur Wellesly, primer Duque de Wellington (Dublín, 1769), fue embajador de Inglaterra en Francia durante el reinado de Luis XVIII. En las recepciones que ofrecía era habitual que se sirviera el boeuf en croûte, que viene a ser un solomillo de buey, con setas y foie, todo metido y cocinado en un envoltorio de hojaldre o pasta de pan. El duque era tan aficionado a esta exquisitez que el plato acabó llevando su nombre.
- Canelones Rossini. El gran compositor de óperas Gioachino Rossini (Pésaro, Italia, 1792), no sólo tiene este plato sino que más de 100 elaboraciones llevan su nombre, aunque la más popular son estos canelones. Y es que, además de un genio de la música, autor, entre otras, de la ópera El Barbero de Sevilla, fue un gran aficionado a la cocina y un excelente gourmet. Hígados de pollo, trufa de Périgord y queso Parmesano son los principales ingredientes de esta receta, y la bechamel, claro. Búscala, prueba de hacerla, y la saboreas escuchando alguna de las 39 óperas del genio.
- Solomillo Strogonoff. Tiene nombre ruso pero es obra de un cocinero francés que, para agradar a su jefe, el conde, militar y político Pàvel Stróganoff, iba adaptando los platos franceses que preparaba a los gustos del noble ruso. Este es el origen de este conocido guiso de ternera que se elabora con tiras de carne de buey, chalotas, setas, nata agria, y un toque alcohólico, con lo que se consigue una salsa cremosa y muy sabrosa, que se acompaña con arroz.
- Tarta Paulova. Esta excelente tarta, muy popular en la cocina de Nueva Zelanda y Australia que, por cierto, de disputan la autoría, debe su nombre a la famosa bailarina rusa Anna Pavlova (San Petersburgo, 1881). Aunque su origen exacto no está claro, cuentan que en una gira mundial que la llevo por estos dos países en 1926, el chef del hotel donde se hospedaba en Nueva Zelanda, quiso complacer a la afamada reina del ballet y creó un postre en su honor. Los protagonistas de la receta son el merengue, que queda crujiente por fuera y cremoso por dentro, y los frutos rojos. ¡Para muy golosos!