Este domingo asistí a la Sailfish Sa Dragonera patrocinada por el proyecto Neda el Món, que se dedica a organizar travesías de natación en aguas abiertas de larga distancia, sin ánimo competitivo y por el placer de nadar y de que cada participante cumpla el reto personal de completar el recorrido y disfrute de parajes naturales de especial significado.
Pocos lugares naturales hay en Mallorca más espectaculares que la isla de Sa Dragonera y su entorno marino. A la belleza del lugar se sumó un día muy agradable, buena temperatura y la mar bastante tranquila. Sin embargo había un problema en las aguas, la presencia de grandes cantidades de medusas. Ya desde el principio de la travesía muchos nadadores empezaron a padecer las desagradables consecuencias de los encuentros con las células urticantes de los tentáculos de estos animales fascinantes, pero fastidiosos si topas con ellos dentro del agua.
Muchos de los participantes iban equipados con trajes de neopreno, todos llevaban gorro y gafas, por lo que la mayoría de las picaduras se produjeron en cuello, cara, nuca, manos y pies. Solo los pocos valientes que iban solo en bañador, padecieron también lesiones en el cuerpo, brazos y piernas. Algunos decidieron abandonar, por el dolor provocado por la irritación producida por el veneno y por el cansancio añadido por la alerta constante para detectar la presencia de las medusas. Al final, prácticamente todos los nadadores, tanto los que acabaron la prueba como los que se retiraron, padecieron los aguijonazos, muchos de ellos múltiples y, debido a su localización en cabeza y cuello, muy dolorosos.
La proliferación de medusas en cantidades muy superiores a las habituales en el pasado, se viene observando en los últimos años en nuestras costas y en casi todo el Mediterráneo, así como también en otros muchos lugares del planeta. No se conocen con exactitud las causas de este aumento de las medusas, pero diversos informes científicos e incluso la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) apuntan a varias posibles y, como suele ser habitual, el origen será con toda probabilidad multifactorial.
Se ha apuntado el aumento de la temperatura del agua del mar, que en el Mediterráneo ha subido unos 0’65 grados en las últimas décadas y que, de seguir la tendencia actual, podría subir 1 y hasta 2 grados de aquí al año 2050. También la acidificación de los mares debido al aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, gran parte del cual es captado por el agua marina, en la que se convierte en ácido. También el enorme incremento del vertido de materia orgánica al mar, que favorece la proliferación de, al menos una parte, del plancton, lo que supondría mucho más alimento para las medusas. También la disminución de los predadores, peces y tortugas, por sobrepesca en el caso de los peces y extinción en el de las tortugas. También la proliferación de diques y puertos deportivos, que proporcionan un óptimo entorno para el crecimiento de la fase de pólipos, que viven fijos sobre una superficie sólida y van produciendo la fase de medusa de vida libre.
No todos los científicos están de acuerdo en todas estas posibles causas, ni en la incidencia exacta de cada una de ellas, pero sí coinciden en que un conjunto de ellas, y quizás algunas otras, serían responsables del fenómeno. También están de acuerdo en la necesidad de estudiarlo y monitorizarlo, para lo que han iniciado hace años estudios sobre el tema, con grupos de ámbito mundial, como el JEDI (Jellyfish Database Initiative) y el Global Jellyfish Group.
En el informe de la FAO se apunta incluso la posibilidad de que el exceso de medusas, provocado en parte por la disminución de peces por la sobrepesca, sea responsable de una aun mayor disminución de la reserva pesquera, debido a que las medusas consumen huevos, larvas y formas juveniles de las especies piscícolas. Algunos especialistas apuntan incluso a un cambio paulatino en el que la correlación actual de las especies marinas cambiará y se pasará de los actuales océanos de peces a unos océanos de medusas.
Los científicos determinarán en su momento las causas del incremento de medusas, pero no parece aventurado suponer que todo el conjunto apuntado de causas, todas ellas antropogénicas, están teniendo un papel relevante. El calentamiento global, el gran aumento de la concentración CO2 en la atmósfera y la acidificación que provoca en el agua del mar, el exceso de vertidos de materia orgánica, la sobrepesca y el aumento brutal de diques en el mar, son una concatenación de consecuencias de las actividades humanas que provocan cambios profundos en el medio ambiente, que, como siempre, se reequilibra beneficiando a las especies mejor preparadas para las nuevas condiciones y perjudicando a las que lo están peor.
Pero sean cuales sean las causas y aunque no todo sea negativo, algunas consecuencias sí pueden ser muy negativas para nosotros, ya que, para una economía absurda que depende casi en exclusiva del turismo de sol y playa, la presencia de unos animales que imposibilitan o hacen muy desagradable el baño puede ser un factor de inhibición para posibles visitantes. Deberíamos reconsiderar la política urbanística, los vertidos de materia orgánica al mar y moderar los planes de construcción de puertos deportivos, así como la dimensión de los mismos y, sobre todo, empezar a generar políticas de estímulo de nuevas actividades económicas que lleven a disminuir la dependencia del turismo.
El informe de la FAO concluye diciendo que “adoptar medidas para reducir la sobrepesca, las emisiones de gases de efecto invernadero, y las causas de la eutrofización, podría sin duda mejorar la calidad del medio ambiente en general, y, con ello, reducir también la prevalencia actual de las medusas”. Palabras muy bonitas pero que la experiencia nos dice que difícilmente se llevarán a la práctica. Como bien dice Jane Goodall, la gran primatóloga que lleva toda la vida estudiando a los chimpancés y ha sido testigo de primera mano de la brutal degradación de su hábitat natural que les ha llevado al límite de la extinción, la especie humana es tan inteligente que ha podido colocar un hombre en la Luna y diversos robots sobre la superficie de Marte, incluso sobre un cometa, pero también es tan poco inteligente que está destruyendo el único planeta en el que puede vivir.
En el mito griego, Perseo mata a Medusa, la única mortal de las Gorgonas, cortándole la cabeza que tenía por cabellera serpientes venenosas. No será tan fácil librarnos de la plaga de medusas. Tendremos que empezar a pensar en comérnoslas.




