Declaró Quique Flores antes del partido que presumía que el Atlético iba a tener dificultades porque “el Mallorca es un equipo competitivo”. Le faltó decir: “Cuando le da la gana”. Lo del Calderón es un claro ejemplo de poco empeño. Y el caso es que en la primera media hora de la primera parte nos hizo soñar porque borró del campo al Atlético, elaboraba las jugadas y llegaba con gran facilidad al área de un soberbio De Gea que lo paró todo. Y el caso es que a pesar de los goles en contra, el Mallorca daba la impresión de podía empatar y ganarle al Atlético en cuanto se centrara un poco, pusiera otra marcha y se decidiera a ir a por el partido. No le dio la gana. Como hacía un fútbol fácil y práctico, creían que el gol, los goles, iban a llegar en cualquier momento. Eso le ocurrió, salvando las distancias, al Madrid en Almería. Se comportaron los chicos de Laudrup como cooperantes de oenegé con un equipo que venía desmoralizado de la paliza en Alicante y de la contundente derrota en el Bernabéu. Pues este Mallorca de Nsue y Kevin es un trozo de pan bendito para cualquier equipo en dificultades físicas y anímicas. El Mallorca que se vio en el Calderón es un sanador, buena gente, un equipo amigo. Y eso no es ser competitivo. Al enemigo, ni agua, que diría Bilardo. Verán como salen ante el Madrid con otra actitud. El Bernabéu es un escaparate. El Vicente Calderón, un trámite.
