El gol de Samu a los 92 minutos impide que el Mallorca supere al Huesca en el golaveraje directo, pero la victoria mantiene a distancia los fantasmas del descenso cuyo ulular ya se dejaba oír en las proximidades de Son Moix.
Fernando Vázquez rectificó gran parte de sus ideas, sea o no de sabios aparcar su terquedad. Dotó de lógica el once inicial con Company en el lateral diestro, Ortuño arriba y Damiá más arropado con Sissoko a su vera, y el 4-1-4-1 en repliegue, 4-3-3 en el desdoble, complicó muchísimo las cosas a un Huesca limitado que a los veinte minutos ya había encajado dos goles.
Anquela reaccionó tarde ante la adversidad del marcador, aunque efectuara dos relevos a la vez y cinco minutos antes del descanso. De hecho no le hubieran servido para nada si los visitantes no hubieran perdonado otras dos ocasiones clamorosas para marcar. Y es que el gol no siempre depende de jugar con más o menos delanteros, los del conjunto bermellón fueron materializados por un centrocampista y un defensa.
¿Qué cambió?. En primer lugar salir con un punta efectivo, capaz de aguantar el balón en el momento preciso y buscar el punto débil de los centrales. A continuación tapar bien las bandas, con defensas contundentes y ayudas definidas. Si, en la segunda parte los oscenses apretaron y los de blanco, otra vez, hicieron poco más que achicar balones. Era lo exigido por los cánones, aunque a la contra ya no estuvieran tan finos como al principio. Ya digo, una de cal: el triunfo y otra de arena: el coeficiente.







