Cosas que pasan

¡Anda que no va a disfrutar la señora María Dolores de Cospedal con el juguete que le acaban de traer los RRMMAA (Reyes Magos anticipados): el Ministerio de Defensa! Le viene como anillo al dedo. El carácter guerrero y el tesón demostrado al negar más de tres veces, muchas más, la implicación del bueno de Bárcenas en el fangar de la tesorería del PP, la sitúan como merecedora de tal obsequio. Comentan en Madrid que, por vez primera en su ya larga historia, las Fuerzas Armadas andan ligeramente acojonadas. A más de un oficial le tiemblan las piernas y le flaquean las bayonetas.

Un joven de Tasmania (que ya tiene su mérito nacer en Tasmania) no sabía qué hacer con su vida. Había perdido el norte y decidió iniciar un cambio de rumbo para encontrarse a sí mismo. Se largó a Borneo y se puso a caminar como un poseso por la selva. El primer día se perdió en medio de la jungla; no sólo había perdido el norte sino que, el muchacho, no se encontró a sí mismo, que era su objetivo principal. Unos compañeros tasmanianos, alertados por la falta de noticias de su compañero -el que no se encontraba a sí mismo-, dieron aviso a las autoridades de la zona de los orangutanes y se procedió a su búsqueda. Ya no es que no se encontrara a sí mismo sino que tardaron doce días y doce noches en encontrarle a él. Daba pena, el pobre: henchido de mordeduras de toda calaña, hambriento, deshidratado y sin fuerzas. Sus primeras declaraciones fueron: “he sido un estúpido. Mi móvil no tenía batería, olvidé coger un mapa y no pensé en comprarme una brújula”. A partir de este momento -el instante en que se dio cuenta de que era un estúpido- su vida volvió a la normalidad. Ya se había encontrado a sí mismo.

Durante estos últimos días se ha producido un descenso de las temperaturas. Normal por la época del año. Lo realmente curioso es que la gente se sorprende. En bares, mercados, transportes públicos y hasta en la puta calle no se escuchan más conversaciones que las relacionadas con el frío. Es como si se tratara de un fenómeno paranormal, ajeno a la más estricta cotidianidad cuando, en realidad, en el transcurso de la Historia del planeta, el frío y el calor -con más o menos puntualidad- se presentan cuando toca y aquí paz y después gloria. El pueblo debería también quedarse atónito cada vez que un semáforo pasa del rojo al verde o viceversa. De hecho, tendrían que estarlo comentando en cada esquina semaforizada. ¡Candidez!

Cuando lean estas perogrulladas ya se sabrá quién es el ganador de las elecciones americanas. “El menor de los males” o “el mal menor” son las dos expresiones que más han ilustrado el desarrollo de la campaña electoral. Se supone que se refieren a la posibilidad de que alcance la presidencia la esposa del ínclito Bill Clinton, la tal Hillary, lo cual implica que lo malo sería que ganara Donald Trump, aunque las frases también conllevan el significado de que los dos contrincantes son un puro desastre. Con las enormes dificultades y los numerosos filtros que entraña conseguir llegar a la cúpula de los dos partidos principales en liza, no se entiende que dos zoquetes de toma y moja pan lo hayan conseguido. Yanquis: ¿hay alguien más por ahí?

De nuevo a vueltas con la política española. Por el camino de la elección de los nuevos acólitos, monaguillos, ministros del cansino, inerte y estático Mariano se ha quedado tirado un candidato; precisamente el único al que todas las filtraciones, todas, le daban por vivo: Jorge Moragas, el sempiterno acompañante del flamante y pétreo presidente. Todo el mundo, sin exclusiones, daba por hecho que Moragas, el catalán trasladado, sería ministro de Asuntos Exteriores. Y no. Hay un hombre cabreado en Madrid.

Otro día, más.

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