Los cruceros

Creo que la última vez que salí de Mallorca fue en 2005 y que la última vez que salí de Palma fue a mediados de 2020. Para ser del todo sincero, debería añadir que en estos dos últimos años ni siquiera me he movido excesivamente por Ciutat, pues esencialmente he paseado casi sólo por el casco antiguo y muy rara vez más allá de las Avenidas.

Para mí, ir por ejemplo hasta es Molinar sería el equivalente de lo que supone para otras personas ir hasta Australia o el Polo Norte, mientras que desplazarme hasta algún pueblo vendría a ser ya casi como ir a la Luna, o como mínimo hasta la Estación Espacial Internacional. Como ven, en principio no soy una persona especialmente aventurera.

Aun así, en alguna ocasión he llegado a pensar que quizás me gustaría hacer un crucero algún día, especialmente por el Mediterráneo, a poder ser en primavera o en otoño, cuando aún es necesario ir un poco abrigado si uno desea pasear por cubierta y cuando el cielo y el mar tienen una viveza y una luminosidad muy hermosas y especiales.

Además, en ambas estaciones la mayor parte de los días suelen ser soleados, así que durante ese hipotético crucero podría visitar sin pasar excesivo frío ni mojarme las distintas ciudades que estuvieran previstas en el recorrido. Puestos a soñar o imaginar, me gustaría que algunas de esas ciudades fuesen Cannes, Venecia, Florencia o Roma.

La fantasía de llevar a cabo un crucero la relaciono no sólo con mis deseos de viajar un poco más en el futuro, sino también con mi anhelo de intentar escapar un poco de mi realidad cotidiana, que, salvo pequeñas excepciones, yo diría que no ha sido especialmente excitante en las dos o tres últimas décadas. O incluso tal vez un poco más atrás.

También es verdad que en otros momentos he pensado que lo mejor sería, en cambio, llevar una vida aún un poco más recogida y retirada que ahora, quizás en alguna ermita o en algún monasterio de Asturias, La Rioja o Castilla y León. Así, a veces me veo a mí mismo portando un hábito gris, cultivando un huerto y ensayando el canto gregoriano.

El silencio y la tranquilidad me gustan de una forma muy especial, y hoy es muy difícil poder encontrar esa calma y esa paz en la mayoría de ciudades. Aun así, de momento no he decidido aún qué camino vital y existencial tomaré finalmente, si uno más próximo quizás a El nombre de la rosa o uno tal vez más cercano a Vacaciones en el mar.

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