En Unió Mallorquina no queda nada. Entre lo que se llevó la policía y lo que han arramplado los fundadores de Convergència, no hay nada. Pero aún así, cinco militantes (una parte significativa de los mismos) se han atrincherado en el local, para quedarse con la marca, según publicaba la prensa. Ustedes verán: la muerte de UM, de esta forma tan rocambolesca es totalmente acorde con su vida. Unos en la cárcel, otros en su casa, unos terceros en un nuevo partido que no quieren se parezca para nada al que les ha dado todo y, para acabar, unos atrincherados en la sede, diciendo “UM es mía, todo el mundo se ha marchado, me quedo con las siglas” (y las subvenciones que le corresponden). Si esto lo escribe un novelista diríamos que tiene la imaginación muy calenturienta.





