La campaña de marketing del super ha sido un éxito. Ya lo intentaron hace tiempo, copiándolo del primer centro comercial, este alemán, que consiguió publicidad gratis al promocionarse como lugar de encuentro, casual, entre buscadores de ligue, sexo y amor. Además de las risas que ha provocado, y que durarán todo el otoño, la difusión del bulo ha conseguido que, sobre todo entre mujeres, no dejen de hacer la broma: me voy, que dan las siete y tengo que ir a comprar la piña. En Mallorca, el sexo y la cultura están siempre presentes hasta la sepultura. Somos un pueblo que se ríe de todo, pero sobre todo del sexo. Las canciones, los refranes, las glosas, los poemas, las obras de teatro, las costumbres, y toda manifestación social siempre tienen ese poquito de picante. Desde el vine aquí que té fotre, hasta el María, tot lo dia t’ho faria. Y es que la jodienda no tiene enmienda. Somos animales que piensan y sueñan con amar y ser amados. Esa es una de las características de la humanidad que de ese deseo ha hecho toda una cultura. Más bien, diría que la cultura es la máxima expresión de ese deseo. Yo defiendo que el amor, aun siendo amor adolescente, es verdadero amor y vale tanto como el de los adultos y los mayores. Los jóvenes se enamoran y siempre les queda ese recuerdo del primer beso, de la mirada y del abrazo. Cuando se es más adulto, ese amor se sustenta en una pasión por la pareja basada en el sexo. Eso que desencadena el sentimiento de unidad en la pareja, es más sexual que anímico. Al principio son dos almas que se encuentran y se fusionan en una sola. Eso es amor. Y cuando, con los años, nos vamos poniendo viejos y el amor ya no lo entendemos como ayer, nos queda el sentimiento pegado a la piel. Y al final, lo que deseas, lo que esperas de la vida, es compartir los últimos años con alguien que te quiera, te respete, te comprenda y te ayude a soportar la triste levedad del ser. Por eso deberíamos hablar más con nuestros infantes. Hay que hablarles del amor, del deseo, del sexo y de la pasión. Pero también de los errores que se cometen por no comprender la verdadera sensación que nos llena de sangre los genitales, de mariposas la barriga y de nubes la cabeza. Si se preguntan por qué esta historieta ha calado tanto entre la gente adulta, se darán cuenta de que tiene los tres principios de la comunicación. Primero, el medio: el super al que vamos muy a menudo; segundo, la oportunidad: comprar, y tercero, el objetivo principal: ver y que nos vean. Necesitamos soñar que aún estamos en el mercado de la vida, del amor, del sexo y del deseo. Aunque solo sea eso, un sueño. La reflexión que le propongo, querido lector, es buscar la razón sociológica de la gente mayor que necesita ese amor. La mujer no necesita al hombre para vivir, el hombre sí. Por eso, creo que la historieta debería tener como protagonista, no a una mujer, su carrito y la piña. Debería ser un hombre, mayor, sin carrito, que demuestra que necesita muy poco porque vive solo y con una berenjena. Lo dice la canción: L'amo en Pep de sa Sinia, davall es calçons duu una auberigina.
