Desacralización de ciertos valores

Desde mi posición de ciudadano de a pie, que sólo busca vivir en libertad, sin injerencias ajenas de ningún tipo, contemplo la realidad que es hoy Mallorca y lamento que la convivencia civil aparezca tejida con fibras, a veces tan conflictivas e, incluso, muy contradictorias y enfrentadas. Necesitamos con urgencia dosis muy altas de reflexión objetiva. Necesitamos lo que  Masoliver Ródenas llamó ‘desacralización de los valores establecidos”.

“Pero la historia,  dejó dicho Francisco, da muestras de estar volviendo atrás  (…) resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos” (Enc. Fratelli tutti, n. 11) y populismos de derecha e izquierda, verdaderamente disolventes. ¡Qué bien los sabemos los españoles! En esto, Mallorca no es, por desgracia, una isla.

En este marco tan enrarecido, creo que quienes creamos opinión en la sociedad balear debemos  hacer nuestra la recomendación de Víctor Hugo: “La ocasión de decir verdades se impone, y no está permitido eludirlas, sobre todo en una época como la nuestra”. Es, a mi entender, el servicio que debemos a nuestro pueblo, mucho más allá de la ideología que cada cual abrace. 

Espero no ofender a nadie. No lo pretendo. Tampoco busco ejercer un magisterio que no atesoro. Pero creo que, en este momento, corresponde decir algunas cosas, aunque puedan levantar ampollas y aunque ‘sea peligroso oírlas’,  como dice Juan Bonilla en el Prólogo a Señas de identidad, la gran novela de Juan Goytisolo. Eso sí, hay que decirlas con todo respeto, con humildad, con apego a lo que se percibe a diario y, en cualquier caso, con voluntad de cooperar activamente a una convivencia plural más armónica. 

En mi modesta opinión, es obligado ‘desenmascarar’  las ‘nuevas formas de egoísmo y de pérdida de sentido social (…) bajo una supuesta defensa de los interesas nacionales” (Francisco), que pretenden imponer el ‘sanchismo’ y los ‘nacionalismos separatistas’ que lo apoyan. Es innegable que los nacionalismos separatistas son cómplices insolidarios de la actitud egoísta de Sánchez, que están conduciendo a esta España, en parte enajenada, a la locura y la destrucción. ¿Por qué casi todo en Mallorca ha de pasar por el filtro del nacionalismo catalán? ¿Por qué, en Mallorca, casi todas las cosas se valoran y se aprecian en función del nacionalismo catalán que las inspire? Es, igualmente, obligado ‘desenmascarar’ el corazón nacionalista  de mons Taltavull, y de parte del clero que le sigue, por su manifiesta incoherencia con el magisterio de Francisco al respecto. “¡Quien tenga oídos para escuchar, que oiga!” (Mc 4, 23).

Ante tan insólita realidad, que ya ha traspasado nuestras fronteras,  se ha de proclamar alto y claro que ‘no es posible conformarse´,  ni ‘instalarse’ en la misma. No importan los aparentes favores con que  pretendan comprar nuestro silencio. No hay que ceder. Al contrario, se ha de resistir, incluso, ante  las discriminatorias concesiones gubernamentales, “algunas de las cuales ofenden la dignidad de España y hieren la decencia política” (L. María Anson). Todos lo verificamos a diario. Todos deberíamos reflexionar. Frente a la endiablada, y muy peligrosa, situación de división y enfrentamiento, todos deberíamos hacer nuestro el alegato de Stéphane Hessel: “¡Indignaos!!”.

La tradicional prevención que, al decir de Mateo Cañellas, han manifestado los baleáricos frente a todo ‘lo catalán’, ha mutado, merced al talante y el galanteo de la derecha y la izquierda políticas, y de la no despreciable complicidad de una parte significativa del catolicismo en Mallorca, en ‘puro servilismo al nacionalismo catalán’, abiertamente separatista e insolidario. Y, ¿por qué no decirlo?, ha dado lugar a “una cierta traición a la identidad baleara la defensa de nuestra cultura, a la defensa de lo balear”. Tanta sobreactuación, tanta manipulación, tanta subvención, tanta dejación de funciones del gobierno de turno, como soportamos, busca, de modo prioritario, “identificar Baleares con Cataluña usando un supuesto marco lingüístico común para sustituir nuestra memoria histórica de las relaciones de Baleares con Cataluña …” (Mateo Cañellas) y para hacer seguidismo fiel del supremacista liderazgo catalán.  

“Quien no vea, ha subrayado con acierto Álvaro Delgado, que el debate sobre la unidad de la lengua encubre un trasfondo político anexionista necesita una visita urgente al oftalmólogo. Por eso los valencianos fueron más prevenidos que nosotros en su Estatuto de Autonomía. Los aburridos debates entre filólogos, entre mecánicos o entre taxidermistas nunca generan enfrentamiento social. Hay mucho más que lengua tras ese polémico debate”. Evidente, por mucho que  se quiera disimular. ¿Les suena la quimera de los ‘Països Catalans’?

A pesar de todo, no acaba de funcionarles el proyecto. Les es “imposible no toparse con la decepción” (Juan Bonilla) de unos y con la nostalgia de los otros. Extraño, y a la larga, explosivo cóctel. Irresoluble, hoy por hoy, cuando la solución  depende de la clase política que lo ha originado, incapaz, por cierto, de desarrollar la norma constitucional (art. 3 CE), a la que están subordinados los Estatutos de autonomía (STC 31/2010, FJ 3).

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