Desde la distancia

Escribo estas líneas desde una cabaña pasiega habilitada ahora como casa rural en pleno corazón de los Valles Pasiegos. Las cuencas verdes de los ríos Pisuerga, Pas y Miera responden a la perfección a la imagen más difundido de Cantabria: valles intrincados, pastizales que se extienden tras las lomas de las montañas y ganado paciendo en un vergel. Las cabañas pasiegas se encuentran diseminadas por todo el paisaje de pastos escarpados. Los cuidadísimos prados, aunque creados por la mano del hombre a lo largo de los siglos, son un atributo más de un ecosistema en el que la naturaleza y los modos de vida tradicionales están muy integrados.

La temperatura también se corresponde con la habitual en estas latitudes, aunque los lugareños también hablan de un verano atípico, con temperaturas más elevadas de lo habitual. Pero, para que se hagan una idea, esta noche tendremos una mínima de 13 grados y la máxima no superará los 25. Ventana cerrada durante la noche y chaqueta, casi anorak, si uno quiere disfrutar del bello paisaje a primera hora del día. Un pequeño oasis otoñal por unos días antes de regresar a la canícula mallorquina porque, aunque no lo parezca, todavía queda mucho verano por delante y demasiadas noches tórridas que soportar en ca nostra.

Desde la distancia, las noticias que llegan desde Mallorca son un déjà vu. El Govern Armengol ha vivido su enésima crisis, que se ha resuelto con la dimisión del director general del IB-Salut, por una cuestión que ha vuelto a evidenciar los vericuetos de la administración pública y las mangarrufas de un sistema tan paquidérmico como pervertido. El Govern se ha defendido utilizando como excusa su ignorancia sobre el asunto y apuntando hacia la Abogacía de la Comunidad, dirigida por una exdiputada socialista, precisamente, que llegó al puesto porque su antecesor no parecía demasiado dócil a las indicaciones recibidas desde el Consolat.

Pero si el Govern alega desconocimiento del asunto, imagínense lo que puede cocerse en una administración que padece elefantiasis desde hace muchos años, con infinidad de funcionarios más que amortizados, sin más interés que pasar las horas delante de un ordenador e ir descontando días para llegar a la jubilación. Una administración con exceso de grasa y cargos políticos que, sin embargo, luego no tiene recursos para invertir en investigación, ciencia, desarrollo, personal sanitario o educativo.

No parece, sin embargo, que esta breve crisis estival vaya a tener demasiadas consecuencias para la imagen del Govern, entre otras cosas, porque da la impresión que la legislatura se acabó hace meses y que lo que pueda ocurrir en las elecciones de mayo de 2023 dependerá más de lo que suceda en Madrid que de la acción del actual Ejecutivo y la capacidad o incapacidad de los partidos que conforman la oposición local.

Otro déjà vu estival, este más dramático y preocupante, es el de las pateras de migrantes que, por estas fechas, aprovechando la bonanza del mar y de las condiciones atmosféricas, alcanzan tierra en algún punto de las Illes Balears. Leo que, en lo que llevamos de semana, se ha producido la llegada de más de un centenar de personas. Un goteo incesante que evidencia el fracaso de la comunidad internacional en el control de las mafias que trafican con la desesperación y la ilusión que, a partes iguales, mueve a estos migrantes a embarcarse en una patera en busca de un horizonte de prosperidad. La proximidad del archipiélago a las costas argelinas y la ruptura del tratado de amistad en materia de cooperación y vecindad por parte de Argelia, tras la genuflexión de Sánchez ante Marruecos, ha convertido a Balears en ruta preferencial para las mafias. La Policía advirtió a principios de junio que éste podría ser un verano especialmente conflictivo y la realidad está confirmando esos augurios. Pero, desgraciadamente, para estupefacción de muchos, entre lo que me incluyo, la migración ilegal ha pasado a un cuarto plano y parece no importarle a nadie.

Salgo al porche de esta cabaña pasiega a confirmar cómo se vive a 15 grados a finales de julio. Se eriza el bello del brazo. Las vermudas son un atrevimiento. Miro a mi alrededor y contemplo la quietud de un paisaje cautivador. En unos días nos reencontraremos con el verano mallorquín y volveremos a sofocarnos. Otro déjà vu.

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