El Valencia, cuyo filial, Mestalla, terminó el campeonato del grupo III de Segunda B en octava posición, a diecinueve puntos del play off, ha conseguido colocar a cuatro de sus futbolistas en equipos de la categoría inmediatamente superior; en concreto dos en el Mallorca, uno en el Valladolid y otro en el Alcorcón. Algo parecido ha hecho el Espanyol B, alguno de los cuales también ha recalado por estos pagos y otro en la ciudad del Pisuerga. Envidia sana si tenemos en cuenta que la dirección deportiva mallorquinista no sólo no ha explotado esa vía para sus jóvenes de la cantera, sino que le ha dado una patada a su máximo goleador en Tercera, Mateu Ferrer, con veintiocho dianas, que no años, en su haber. No enmendaremos la plana al recién llegado Javier Recio, pero resulta cuanto menos extraño que un delantero con este registro no haya sido sometido a una cesión para evaluar su futuro antes de despedirle sin más. Algo similar ha ocurrido con Cristeto, un chaval al que Caparrós incluso hizo debutar aunque fuera efímeramente y que se quedó estancado. Tendrá una nueva oportunidad en el Atlético Baleares. El morbo está servido.
En otro orden de cosas y no sé si igual o mejor de lo habitual, el registro de abonados, mal llamados socios, parece que se mueve. Vamos a ver si se encalla en los diez u once mil de siempre o realmente se da un progreso cuantitativo. Este año, además del carnet, reciben un detalle que incluye el libro oficial de los cien años. No opinaré sobre su contenido en aras de las vicisitudes de su publicación y actos paralelos, pero al menos los aficionados se van con algo más que un plástico que les permitirá acceder al estadio. Ignoro si alguno de ellos pregunta si habrá entradas gratuitas durante la temporada, pero debería hacerlo ahora y no protestar después.





