Hasta no hace aún mucho tiempo, casi todos solíamos utilizar con una cierta asiduidad frases o sentencias relativas a la bondad de poder estar en casa el mayor tiempo posible, aunque nuestra casa pudiera ser en realidad un pequeño habitáculo de apenas 25 metros cuadrados o un pisito del extrarradio en donde viviera una familia más numerosa aún que la de la película «Sonrisas y lágrimas». Frases como «mi casa, mi castillo», «hogar, dulce hogar», «por fin en casa» o «como en casa en ningún sitio», siguen siendo aun ahora igualmente válidas, aunque tal vez en algunos casos sería necesario matizarlas o puntualizarlas hoy un poco.
Como seguramente todo el mundo ha visto al menos una vez esta maravillosa película del gran Steven Spielberg, no creo que vaya a hacer ahora ningún «spoiler» si recuerdo que al final del filme una nave extraterrestre se llevaba a E.T. de vuelta a casa, fuese cual fuera su hogar finalmente. Aun así, justo antes de partir E.T. le decía a su amigo Elliot «estaré aquí mismo», dando a entender que si algún día necesitase su ayuda, a pesar de la mucha distancia, podría contar siempre con ella. Esa preciosa frase, «estaré aquí mismo», podría ser también ahora uno de nuestros más ciertos y luminosos lemas.