Vean esto: España, como Italia, se encuentran en una encrucijada delicadísima, de la que nadie sabe si podrán salir. Los mercados sacuden a estos dos países con una virulencia nunca vista. La situación es delicadísima. Aquí en España nadie tiene ni idea de qué hacer. Pero las instituciones europeas, caras, cuantiosas e impotentes, no parecen más hábiles que los de casa. Vean qué jornada nos dieron ayer: Primero, nuestro Zapatero que, ante las noticias alarmantes, deja sus vacaciones en Doñana y va a Madrid, donde se deja fotografíar con la ministra Salgado pero no hay constancia de que tenga la menor idea de qué hacer, ni de que haya adoptado acuerdo alguno, ni de que sepa hacer otra cosa que hablar por teléfono. Segundo, anteayer, Berlusconi comparece en el Parlamento, pronuncia un discurso televisado y no anuncia nada. Las medidas que ya había presentado entrarán en vigor en 2013. Tercero, ayer en Bruselas comparece un señor (que no es el presidente del Unión Europea, porque ese cargo actualmente lo tiene Polonia, sin que nadie se haya percatado; ni es el otro presidente, un tal Van Rompuy, al que nadie toma en consideración porque lo eligieron para que pasara desapercibido; ni es Junker, el presidente del Eurogrupo; ni es el presidente del Ecofin, ministro de Hacienda polaco y que no conoce nadie; ni es la que manda y que no tiene cargo, Angela Merkel, ni su segundo, Nicolás Sarkozy), un exprimero ministro de Portugal, con el prestigio gestor que da esto, que hoy preside la Comisión Europea y, convencido de que su sola presencia tiene interés informativo, dice a la prensa que está preocupado. Durao Barroso no pudo añadir absolutamente nada más. Ninguna medida, ninguna idea, ni decisión. Sólo opiniones, como un charlatán cualquiera. Para que sepamos que ha suspendido las vacaciones. Tercero, el presidente del Banco Central Europeo, Trichet, un hombre de prestigio reconocido, comparece en Frankfurt y la prensa lo sorprende al preguntarle si piensa comprar deuda italiana o española, a lo que contesta que no, provocando la inmediata profundización de la caída de los mercados, porque trasmitió la señal de que él no se fía de estos dos países. Todos estos políticos llevan ya dos años intentando ver si logran arreglar el problema griego, sin éxito. El asunto irlandés parece más encarrilado, pero Portugal también está bloqueado y, como si todo eso no les bastara, ahora se avecinan dos tormentas que son varias veces más serias que todo lo visto. No hay razones para el optimismo. Esperemos a septiembre. Y a mejores líderes.





