La elección de Sadiq Khan, de ascendencia paquistaní y religión musulmana, como alcalde de Londres ha supuesto un auténtico terremoto y es uno de los pocos acontecimientos políticos positivos y reconfortantes que han sucedido en Europa en los últimos tiempos.
Sadiq Khan, del partido laborista, ha ganado con casi el 45 % de los votos y una ventaja de nueve puntos respecto del candidato conservador y sustituirá en la acaldía de la capital británcia al inefable Boris Johnson, partidario acérrimo del «brexit», de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Khan, por el contrario, es partidario de la permanencia de la Gran Bretaña en la UE.
Teniendo en cuenta que solo alrededor del 12 % de la población de Londres es musulmana y el 3 % de origen paquistaní (11 % entre paquistanís, indios y bangladeshís), resulta evidente que Khan ha aglutinado un voto interétnico e interreligioso, con un elevado porcentaje de votantes blancos cristianos y de otras procedencias étnicas y religiosas. El resultado es especialmente relevante cuando se considera la guerra sucia desatada contra él por Zac Goldsmith, su contrincante conservador, y por el primer ministro, el también conservador David Cameron, que durante la campaña han estado lanzando el mensaje de su posible asociación con el radicalismo islámico.
La población de Londres ha enviado a los políticos británicos y al resto de Europa un mensaje de tolerancia e integración, muy destacable en estos momentos de auge de movimientos xenófobos, racistas e intolerantes, sobre todo islamófobos, en todo el continente y, lo que es peor, de aplicación de infames
políticas intransigentes y discriminatorias por parte de muchos gobiernos europeos.
También es notable el eurocentrismo inconsciente, o indocumentado, que se ha revelado en el tratamiento perodístico de la noticia. No pocos medios de comunicación comentaban en los días previos a la elección, cuando las encuestas ya indicaban la probabilidad de victoria de Khan, que se trataría del primer alcalde musulmán de una capital europea. Olvidaban que Estambul, ciudad europea y capital durante siglos del Imperio Otomano, tuvo mientras fue capital muchos alcaldes musulmanes. También los ha tenido Sarajevo, capital de Bosnia-Herzegovina, Tirana, capital de Albania y Pristina, capital de Kosovo, todas ellas capitales europeas.
La mayoría han rectificado y hablan ahora del primer alcalde musulmán de una
capital de Europa occcidental o, simplemente, de Londres, lo que es más exacto y mucho menos comprometido. En cualquier caso, es indudable que Londres es una de las ciudades más importantes de Europa, y del mundo, y que la relevancia de la elección de su alcalde es extraordinaria y tiene un enorme impacto.
Londres siempre ha sido una ciudad cara, pero en la última década se ha convertido en un sitio donde no se puede vivir si no eres millonario. Los precios disparatados de la vivienda han expulsado de muchos barrios a sus residentes tradicionales, obligándoles a trasladarse cada vez más a las afueras, cada vez más lejos del centro. Y el coste carísimo del transporte supone un dispendio muy oneroso para todos aquellos que necesitan desplazarse a diario a la metrópolis.
El programa electoral de Khan propone precisamente la puesta en marcha de proyectos de construcción de viviendas sociales a precios asequibles y la contención o rebaja del coste del transporte público. Los ciudadanos de Londres, por tanto, han manifestado con su voto que lo importante no es la raza o la religión, sino las propuestas políticas y la credibilidad y confianza que sean capaces de generar los candidatos.