Una vez más, la Serra de Tramuntana ha sido víctima del vandalismo. Las imágenes compartidas esta semana por la plataforma Defensa paisatges d’Estellencs en la red social X son tan claras como dolorosas: pintadas sobre rocas visibles desde la carretera, un nuevo ataque a este paraíso natural mallorquín, que en 2011 fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco tras reconocer su valor cultural y paisajístico.
No se trata de un simple "acto incívico", si se quisiera calificar con indulgencia. Este tipo de acciones son delitos contra el patrimonio natural de todos. El sarcasmo con el que la plataforma activista comentaba las imágenes -"Ah, el arte moderno... lástima que sea ilegal y esté estampado sobre piedras milenarias de la Serra de Tramuntana. A ver si la próxima vez expone en el Louvre"- resume bien la frustración creciente ante una lacra que no cesa.
La Serra no es sólo una joya ecológica y cultural de Mallorca, sino también uno de los principales reclamos turísticos de la isla. Preservarla no es un capricho conservacionista, sino una obligación ética y una necesidad económica. Cada pintada, cada daño, son cicatrices que atentan contra su valor singular y su capacidad de atraer visitantes que buscan autenticidad y belleza.
Hay que generar un respeto social colectivo hacia nuestro entorno, que convierta en inaceptable -no sólo ilegal- este tipo de comportamientos
Desde 2022, la Ley del Paisaje Cultural de la Serra de Tramuntana contempla multas severas -de entre 6.001 euros y un millón- para quienes dañen sus elementos protegidos. Pero la ley, por sí sola, no basta. Debe ir acompañada de una aplicación firme y eficaz. De poco sirve contar con un marco normativo si no se persigue con diligencia a quienes lo infringen.
Es urgente reforzar los mecanismos de vigilancia, pero también apelar a una educación cívica profunda. No basta con castigar; hay que prevenir. Y sobre todo, hay que generar un respeto social colectivo hacia nuestro entorno, que convierta en inaceptable -no sólo ilegal- este tipo de comportamientos.
La Serra de Tramuntana no puede convertirse en el lienzo de quienes desprecian el patrimonio común. Mallorca no puede permitirse mirar hacia otro lado. Proteger este tesoro no es una opción: es un deber ineludible.