No me sorprende en absoluto que quienes se han pasado años defendiendo a Utz Claassen, ahora hayan empezado a cortar leña del árbol caído. Hasta es posible que alguno de ellos rompa en mil pedazos o esconda en lo más hondo de un baúl su foto junto al alemán en Hannover. La vida misma nos enseña a diario que la zafiedad se ha impuesto a la gallardía y el honor es otra de las virtudes en desgracia.
Durante meses y meses desvelé el currículum que arrastraba el alemán y denuncié sus esfuerzos en dinamitar la estabilidad del Mallorca con tal de adquirir su propiedad, de la que felizmente se ha deshecho hace poco. Ahora claman por su dimisión los mismos que le ayudaron en su desleal conquista, igual que los romanos despreciaron a Judas Iscariote. El profesor no pudo hacerlo solo, usó cómplices dentro y fuera del club, esos que ahora vitorean a Maheta Molango junto al cadalso del condenado.
Dado el lógico secretismo de las pesquisas, imposible saber qué hay detrás de las investigaciones de la Agencia Tributaria, pero por poco interés que se tomen los inspectores por fin el mallorquinismo podría enterarse de parte de aquello que se ha mantenido en celoso recaudo pese a las presunciones de criterio y transparencia abanderadas por el teutón. Y hasta es posible que los filtradores de papeles y próstata inquieta en el transcurso de ciertas reuniones del consejo de administración, se vean retratados en los que resulten del proceso que se acaba de iniciar. Porque al final, no lo duden, todo se sabe. Siempre.






