Desde que los clubs deportivos se vieron obligados a convertirse en sociedades anónimas mantengo que el Real Madrid y el Barça son los principales enemigos del fútbol español, un cáncer ya endémico y probablemente incurable porque no hay quien se proponga poner fin a sus abusos y privilegios. Juegan con distintas reglas dentro de la misma Liga de Fútbol Profesional, una verdadera ironía ya que no se rigen por las mismas normas fiscales que sus competidores, ni se amparan en las mismas leyes, por lo que no solo pervierten el mercado y manipulan el campeonato sino que juegan desde una evidente posición de ventaja respecto a los demás. Por tanto no tienen el menor interés en cambiar su estatus y esa falsa condición que, “sin ánimo de lucro”, les permite percibir más ayudas que nadie por si ya no tuvieran suficiente apoyo gubernamental y, sobre el terreno de juego, arbitral.
Pero como todo esto parece no importar a nadie y muchos menos a sus seguidores, no hallo inconveniente en referirme al partido del Bernabéu que marca el final del año en curso y se inclinó descaradamente de lado visitante; ¿por qué?, pues por varias razones. Primero porque Zidane reconoció implícitamente la inferioridad de su equipo desde el mismo planteamiento. Dispuso una alineación pensada en evitar que le hicieran daño en lugar de imaginar cómo causárselo al rival. Consiguió que Messi no marcara ningún gol, por supuesto, pero no que canalizara todas las contras de color balugrana, especialmente en la segunda parte. En segundo lugar porque el técnico galo aun no ha decidido a qué juegan sus discípulos, con tantas variantes que ya no saben ni cuál utilizar en cada momento. Finalmente porque tras el primer gol no es que se vinieran abajo, sino que cayeron presa de una ansiedad, una precipitación y un nerviosismo impropios de jugadores en algunos casos veteranos.
El plan que no tienen los de Florentino, lo ejecuta concienzudamente su encarnizado enemigo. Ernesto Valverde ha recuperado incluso a un futbolista desahuciado en su propia casa, Vermaelen, ha reforzado su retaguadia renunciando el 4-3-3 por un evidente 4-4-2, en el que Paulinho, que tantas dudas generó, reivindica a quien recomendara su fichaje, no tanto por su condición técnica o física, sino por el espacio que ocupa y la oportunidad para pisarlo.
Dicho todo esto, retorno a mi reflexión inicial. Yo organizaría una liga con los dieciocho clubs restantes y que ambos gigantes se entretengan en 20 derbys por temporada para solaz de los espectadores asiáticos de televisión.





