La polémica noticia sobre la lectura de un cómic o novela gráfica, pautada por el departamento de Lengua Castellana de un instituto de Mallorca para sus alumnos de 2º curso de ESO, pone de manifiesto la ligereza con que en ocasiones se juzgan los efectos de lo que transmitimos los adultos a los escolares.
Sin necesidad de añadir histeria, mojigatería o falso pudor, convendría replantearse cómo queremos que nuestros adolescentes reciban una buena formación afectivo-sexual si los mensajes que les hacemos llegar son, como poco, confusos, cuando no completamente inadecuados para su edad.
Es una opción válida como cualquier otra que dicha formación se imparta de forma transversal en diferentes asignaturas, en lugar de hacerse mediante una materia y currículum específicos. Convengamos que, en ese caso, todo el claustro de profesores deberá formarse en una materia tan delicada.
Ahora bien, por más que las licencias morales y la libertad de expresión sean consustanciales a la creación artística, lo cierto es que, en este caso, no parece que el público objetivo de la obra Le bleu est une couleur chaude (en español: "El azul es un color cálido") sean precisamente chicos y chicas de 13 años, algunos de ellos auténticos niños, porque el proceso de maduración no es el mismo en todos ellos.
Con independencia de que la historia de la autora francesa Julie Maroh -que actualmente se hace llamar Jul' porque manifiesta ser una persona no binaria- gire en torno a una relación homosexual -algo que nada de particular tiene hoy en día-, lo cierto es que relata una tórrida relación sexual entre una adulta de 30 años y una adolescente de 15. Para empezar, en la España actual -la del Ministerio de Igualdad- esta relación constituiría un delito, que el recientemente actualizado Código Penal castiga con penas de prisión de dos a seis años, según su artículo 181.1, porque el consentimiento sexual en nuestro país está situado en los 16 años, tanto para relaciones homosexuales, como heterosexuales, claro.
Aceptemos que en las obras literarias sus personajes pueden cometer delitos y eso no implica que estemos fomentando dichas conductas. Ahora bien, desde el propio instituto se ha aclarado que esta obra había sido recomendada precisamente para contribuir a la formación afectivo-sexual de los alumnos, no por su intrínseco valor literario. ¿Qué formación académica en didáctica afectivo-sexual ostenta el profesor o profesora de Lengua Castellana de un instituto para decidir que esa lectura es la más adecuada para la franja de edad de sus alumnos? No se esfuercen: ninguna.
Además, ¿han recibido previamente los alumnos de 13 años alguna formación específica que les haga ver y reflexionar acerca de que aun cuando en dicha obra una persona adulta de 30 años mantiene relaciones sexuales con una menor de 15 esto no solo no es normal, sino que constituye un delito?
¿Qué sucedería si la obra contase la historia de un profesor que se acuesta con una alumna, o de una profesora que mantiene relaciones sexuales con un alumno de 15 años?
Lo cierto es que es imposible sustraerse al hecho de que hay un descarado intento de modelar la percepción ética de los escolares con relación a determinados hechos y valores, rompiendo con la neutralidad ideológica, religiosa y moral que es la esencia de los poderes públicos en una sociedad democrática. Y se hace, además, con el pretexto de proporcionarles una adecuada formación afectivo-sexual, cuando ésta brilla, por desgracia, por su ausencia.