Emprender es siempre una aventura. Una gran aventura que transforma por completo nuestra forma de ver la vida.
Muchas personas se lanzan a emprender tras perder su empleo o desencantarse con el trabajo que tenían. Y eso tiene un enorme valor. Pero con el tiempo he comprendido que, si el único motivo para emprender es “no tener jefes”, el proyecto probablemente fracasará.
Ser emprendedor —y con el tiempo, convertirse en empresario— es mucho más que crear un negocio: es una manera de estar en el mundo.
Pasarás de tener un horario y cierta conciliación personal a convertirte en tu peor jefe, con clientes que marcarán tu ritmo vital. Esta es una de esas verdades que rara vez cuentan los gurús de la motivación, esos que promueven el emprendimiento como si fuera una panacea.
Para emprender no solo hacen falta conocimientos o habilidades técnicas. Hace falta carácter, resiliencia y, sobre todo, una profunda conexión con tu propósito vital. Porque al principio, conciliar vida personal y profesional será complicado. Aprenderás —a veces a base de golpes— a gestionar tu tiempo, a poner límites, a decir “no” tanto a clientes como a tu entorno personal.
Y sí, habrá días agotadores, momentos en los que querrás tirar la toalla. Pero también habrá días de plenitud, en los que sentirás que todo el esfuerzo vale la pena. Lo importante es encontrar el para qué, esa razón profunda que te impulsa a seguir adelante.
Por eso es esencial que el emprendimiento esté alineado con tus valores y tu propósito de vida. Si tu único objetivo es ganar dinero, es probable que el negocio no funcione. El dinero no debería ser el fin, sino la consecuencia natural de un trabajo bien hecho y consentido.
Cuando logras conectar tu misión vital con tu proyecto empresarial, el trabajo deja de ser una carga para convertirse en una fuente de satisfacción. Esto no significa que desaparezcan los retos, ni que no te entren dudas. A todos nos pasa. Pero con el tiempo, descubrirás que tu mejor forma de estar en el mundo es desde ese lugar: el de tu propósito.
Sé que para muchas personas esto puede sonar extraño. Hay quienes conciben el trabajo como una obligación pesada, una rutina que los deja vacíos al final del día. Pero también sé que hay personas, incluso en el entorno laboral tradicional, que entienden perfectamente de lo que hablo.
Trabajar —ya sea como empleado o emprendedor— no debería ser una forma de esclavitud. Y si tu emprendimiento se ha convertido en eso, detente. Revisa, reflexiona. Quizás ha llegado el momento de pedir ayuda o de replantear tu camino.
Vivir es un asunto urgente. Y hacer de esta vida un espacio consciente, todavía más.
¡Seamos felices con lo que hacemos, y la vida nos sorprenderá!