El GOB, contra las renovables

La denuncia que el GOB ha hecho pública esta semana a cuenta de la proliferación de proyectos de futuros parques fotovoltaicos en Mallorca debiera causar perplejidad, pero a estas alturas la capacidad de asombro de nuestra sociedad raya el cero absoluto y encajamos estas noticias sin más.

Resulta indudable que la generación de energía solar implica la ocupación de extensas áreas de territorio, pues, aunque se va avanzando mucho en cuanto a la eficiencia de las placas se refiere, todavía se precisa mucha superficie para producir electricidad en cantidades comercialmente interesantes.

Seguramente estamos ante lo que se denomina período de transición, entre los actuales sistemas de producción energética y los que tendremos en un futuro próximo. Por eso se entiende muy mal que el GOB, entidad que ha liderado durante cuarenta años el espectro ecologista en las Islas, se alce contra la puesta en marcha de unos parques fotovoltaicos que, aun a pesar de su impacto sobre el territorio, no dejan de conformar un paisaje que, a la postre, será temporal.

Por otra parte, los proyectos de enlace mediante cable submarino que está desarrollando la empresa pública Red Eléctrica avanzan a buen ritmo, lo que supone, al menos, que la contaminación no la sufrimos los baleares en directo, por más que una gran parte del flujo energético que nos llega a través del mar provenga aún de centrales contaminantes, sin que, desde luego, los consumidores tengamos todavía la facultad de seleccionar la fuente de producción de la que nos llegan los electrones.

El GOB se opone también a que en Mallorca se implanten parques eólicos, por razones parecidas de impacto paisajístico, a lo que suma motivos relacionados con la protección de las aves. De la energía nuclear, ni les cuento. Así las cosas, la única energía contra la que el ecologismo mallorquín no se ha pronunciado públicamente es la que tenemos en la actualidad, es decir, contra la quema de carbón -que no viene de Sudáfrica en velero, por cierto- en Es Murterar, y de gas natural en Cas Tresorer. De manera que, para pasmo de la ciudadanía, se mantiene esa extraña concurrencia de intereses y esa sólida alianza -que no es nueva- entre ENDESA y el ecologismo selectivo del GOB, que incluso le alcanza para recibir distinciones públicas y dádivas de la rama española de la multinacional italiana de la energía.

El escudo ante tanta incoherencia es la cantinela de que lo que hay que hacer es dejar de consumir energía para no tener que producirla. Lo que no se explica nunca es cómo vamos a volver a esa economía energéticamente sostenible -de mera subsistencia-, vigente hasta principios del siglo XX, justamente ahora que somos 900.000 individuos más que en 1900. ¿Qué hacemos?¿Propagamos la peste?

La conclusión es que detrás de este negocio denominado ecologismo no hay nada claro, que resulte inteligible para los ciudadanos. Bien al contrario, cada día el panorama es más oscuro. Como el carbón sudafricano, sin ir más lejos.

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