Si en algo se han puesto rápidamente de acuerdo los miembros del tripartito –o casi- que nos gobierna, ha sido en la supuesta necesidad de implantar lo antes posible un impuesto que grave la actividad turística.
- ¡Malditos turistas que no hacen más que molestar! Que paguen más impuestos, que total estos no se enteran de nada y no van a poner pegas. – Nos dijeron más o menos con estas palabras.
Y como en Mallorca somos un poco especiales con nuestros sentimientos con respecto al turismo, amándolo y odiándolo por igual, una parte de nuestros conciudadanos se sientieron complacidos por esta nueva forma de hacer política del Tercer Pacte de Progrés –llamémoslo así- que castiga a los pérfidos foráneos que usan nuestras playas, patean nuestra sierra y se comen nuestra porcella.
- ¡Nos preocuparse que el impuesto lo pagarán solo los de fuera! – Nos prometieron.
Y como la siempre despreciable Europa no nos permite hacer distinciones a la hora de cobrar el impuesto, al final resulta que los baleares pagaremos más caras las habitaciones de hotel dentro de nuestras islas, igual que todo hijo de vecino que venga de turismo. Sorpresa.
- ¡En Paris y Barcelona también se cobra el impuesto a los parisinos y barceloneses y nadie se queja! – Nos argumentaron.
Pero no es comparable. Porque un señor que tenga casa en Paris difícilmente se irá a pasar una noche a un hotel en su propia ciudad. Pero es que la ecotasa no se va a aplicar en Palma a los palmesanos, sino en las Islas Baleares a todos los mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses. Somos muchos los residentes de estas islas que hacemos turismo interior ya sea para ir de la Part Forana a Palma a echar el fin de semana. A los palmesanos nos gusta pasar el fin de semana en las playas de Llevant o en la Serra. A los mallorquines nos gusta ir a Menorca, Ibiza y Formentera siempre que podemos, y viceversa. Además, no solo pernoctamos fuera de casa por ocio, sino que también lo hacemos por trabajo, por motivos familiares y por motivos de salud.
En todos los casos, en todos, con el nuevo impuesto turístico, usted y yo pagaremos más por pernoctar fuera de casa. Si no le gusta, pues duerma en el coche. O no haga turismo dentro de Baleares, mejor váyase a la Península donde excepto en Barcelona, no le cobrarán impuesto extra en ninguna parte. No demos ideas.
Vale, no nos queda otra.
Tenemos que solidarizarnos con la causa de la Santisima Trinidad Tripartita –esto ya es por provocar- y pagar el impuesto que, nos dijeron, no íbamos a pagar. Todo sea por la supuesta necesidad imperiosa de implantar esta tasa.
¿Y para qué sirve este impuesto?
Dice el conseller del ramo que sirve para mejorar la competitividad turística. Afirmación ésta que tiene mucha guasa porque la primera consecuencia de toda subida de precios es la pérdida de competitividad, siendo esta mayor cuando mayor es el montante del impuesto aplicado.
Entonces, ¿cómo se conseguirá que este impuesto nos haga finalmente más competitivos si de entrada implica pérdida de competitividad?
No tengo ni idea. Ni yo, ni quienes nos gobiernan. Dicen que con el dinero recaudado harán cosas que nos darán más competitividad como destino. ¿Qué cosas serán esas? ¿Cuándo las harán? ¿Cómo las harán? No se sabe. Tenemos que confiar en que nuestros gobernantes tendrán en el futuro ideas geniales. Porque hoy no las tienen todavía. Pero aún así la urgencia es implantar el impuesto. Sin más demora.
¿Y por qué esta prisa por implantar el impuesto?
Dice el conseller que porque existe una amplia mayoría social que demanda su implantación. Tal cual. Por lo visto la calle es un clamor pidiendo la creación de una nueva tasa turística, sobre todo ahora que sabemos que la pagaremos todos. Va a ser que no.
Descartado el supuesto clamor popular, ¿cuál es en realidad el motivo de la urgencia?
Es un motivo cien por cien político. Lo aclara muy bien el portavoz de MES en el Parlament en la entrevista que concedió este fin de semana a Diario de Mallorca. Cito textualmente: “La ecotasa se implantará el año que viene si o si. El coste político de ponerla en marcha es cero para nosotros, y muy elevado si la retrasamos.”
¿Queda claro, querido lector? Que no nos vendan milongas. Se trata de política. Las consecuencias importan poco siempre que el partido salve el culo ante sus votantes.
Este es pues un impuesto político y no turístico. Es lo que hay.
La región más dinámica del país, gracias en buena medida a la industria turística, tras tres meses de nuevo gobierno toma una única y principal medida en esta materia: subir los impuestos a los turistas.
Aceptamos pulpo como impuesto turístico, porque no tenemos alternativa. ¿Alguna aportación genial más a nuestra principal industria?



