Si los problemas del Mallorca se solucionaran sólo con cambiar al entrenador del primer equipo otro gallo cantaría, pero, desgraciadamente, no es así. Mientras las instituciones autonómicas se entretienen en asuntos tan profundos y urgentes como decidir el nombre de la capital balear, derribar o no el monumento de Sa Faixina y abrir los jardines de Marivent, sin duda temas de vital importancia para la ciudadanía, Maheta Molango ha gastado parte del dinero que no tiene para adecuar una cafetería en la Ciudad Deportiva, cambiar el césped del estadio sin patrocinador, echar al encargado de material y al gerente, cuestiones que influyen decisivamente en los malos resultados y peor clasificación.
La junta general de accionistas del próximo miércoles podría aclarar parte del futuro del club en tanto en cuanto las decisiones a tomar aportarán pistas sobre el particular. Por no incidir en el fracaso de las inversiones americanas por lo que al fútbol europeo se refiere, no perdamos de vista lo que sucede al otro lado del Atlántico donde el “soccer” que habrìa despertado el interés de Robert Sarver, intenta abrirse camino sin conseguirlo entre los tres grandes deportes de masas en aquellas latitudes: el baloncesto, el “football” y el “baseball”. Difícil tarea e incierto porvenir después de conocerse que el Cosmos, rutilante avanzadilla del ensayo, ha suspendido sus operaciones.
Por mucho que la crisis económica haya acabado de hundir las espectativas de la mayor parte de clubs del viejo continente y algunos crean que la irrupción de capital ruso, chino o estadounidense salvará sus cuentas, la realidad impone otras conclusiones. Por lo que respecta al inquilino de Son Moix pueden pasar dos cosas: que sus actuales accionistas opten por no aventurar ni un dólar más o que abran la puerta a nuevos capitalistas. En ambos casos parece seguro que nadie en su sano juicio está dispuesto a arruinarse detrás de un proyecto insustancial en manos de un ejecutivo de tercera o cuarta fila, hablando en términos de fútbol profesional.
