Desde hace unas semanas se está impulsando un peligroso debate sobre las autonomías. Ante la necesidad de reducir costes en los servicios públicos se plantea incluso la supresión de las autonomías para reducir gastos, que es de lo más absurdo que he escuchado desde que empezó la crisis. El hecho de que algunas autonomías hayan disparado su déficit -Cataluña bate récords- o que tengan que emitir bonos para endeudarse -Antich lo ha hecho después de criticarlo cuando lo hizo Matas- demuestra que hay que controlar el gasto con medidas correctoras, pero las autonomías gestionan competencias que deben mantenerse para dar un buen servicio al ciudadano. Si las autonomías desapareciesen, las distintas regiones deberían seguir ofreciendo asistencia sanitaria. Es mucho mejor para los ciudadanos que se gestione desde la propia región y no desde Madrid, donde posiblemente conocerán mucho peor la realidad de los distintos territorios. Lamentablemente, el propio Gobierno está impulsando este debate, de manera muy sutil, para descargarse responsabilidad con la crisis económica. La supresión de las autonomías, algo que no ocurrirá, sería dar un paso atrás en nuestro modelo democrático, una medida inconstitucional y una bofetada al Estado del bienestar. Que gasten menos, que eviten duplicar competencias, pero mantener las autonomías es fundamental y plantear lo contrario es intentar despistar el auténtico debate: la mala gestión de la crisis por parte del Gobierno de Zapatero.





