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El prefijo «anti»

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 08 de junio de 2024, 07:31h

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A partir de cierta edad, como por ejemplo la mía de ahora, el prefijo «anti» entra a formar parte de nuestra vida cotidiana de la manera más natural. En principio, en donde más suele notarse esa nueva realidad existencial es en nuestras visitas a la farmacia, cada vez más frecuentes.

Así, rara es la ocasión en que no nos llevamos a casa alguna crema antiarrugas, una loción anticaída para el pelo, un dentífrico antisarro y anticaries, un antiácido para el estómago, un antiinflamatorio para el reuma y, a veces, hasta unos pequeños peluches antiestrés.

En cierto modo, solemos seguir con esa dinámica «anti» también en el supermercado, en especial cuando compramos productos específicos con antioxidantes, dulces con propiedades antidepresivas, como por ejemplo el chocolate, o verduras y frutas antiestreñimiento, para decirlo más o menos elegantemente.

Si además somos también amantes de los herbolarios, podemos encontrar allí de manera directa reconocidos complementos alimenticios antifatiga, como el ginseng rojo —con perdón—, el magnesio o la jalea real.

Y si nos introducimos ahora metafóricamente y con prudencia en el delicado jardín de la política, pues hoy es día de reflexión, tendremos que reconocer que los españoles, históricamente, solemos ser más «anti» esto o aquello que nadie.

Últimamente, además, esa secular predisposición crítica se ha acentuado bastante, pues raro es el día en que no nos encontramos con concentraciones o manifestaciones de todas las tendencias; unas protestas para las que ese prefijo parece encajar como anillo al dedo, sobre todo en los titulares que hacemos los periodistas.

La mayoría de palabras que empiezan por «anti» suelen tener un sentido positivo, con dos únicas excepciones. La primera sería cuando ese prefijo denota que alguien está en contra de otras personas en función de su raza, su nacionalidad, su equipo de fútbol, sus ideas o sus creencias religiosas.

La segunda excepción sería cuando para referirnos a Belcebú le designamos directamente como el Anticristo, también conocido como Lucifer, Satanás, Diablo, Bestia o Demonio, entre otros nombres no demasiado agradables ni cariñosos.

Pero quizás sea mejor dejar para otra ocasión todas estas disquisiciones más o menos filosóficas y teológicas, para concluir esta columna de hoy como la empezamos, con una reflexión de carácter vital y gramatical.

Dicha reflexión sería la siguiente: el prefijo opuesto a «anti» es «pro», que quiere decir «a favor de», pero en nuestro querido país, no sabría decir muy bien por qué, suele ser un prefijo que se utiliza más bien poco.

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