El "profe"

Decía el poeta “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero…” La infancia se aleja irremediablemente, vertiginosamente, desdibujando recuerdos e ímpetus y muchas veces borrando aquello que fuimos y que no reconocemos.  Les saludo desde Madrid,  donde este  fin de semana, redibujo y redefino mi infancia en la capital. Dos de la tarde. Cita con ex alumnos del colegio Simancas, donde tuve el placer de acudir al cole con un buen grupo de pequeños gamberros y gamberras, yo la primera. Estado de shock inicial porque ante mis ojos, un nutrido grupo de señores y señoras aseguran que fuimos niños y me hacen de espejo con su misma cara de perplejidad contenta.  Pasan un par de minutos y después de los saludos iniciales y el protocolo requerido para la ocasión, volvemos  a ser quienes fuimos. Nos unió entonces, y nos une ahora,  la figura de un profe, o mejor,  la figura “del” profe, aquél  que nos hizo soñar y amar a las materias. En este caso, fuimos sus primeros alumnos y en el nuestro fue el único profesor al que quisimos y admiramos.

Era la España pre- democrática y aún cantábamos la tabla de multiplicar, rezábamos tres Ave Marías y calzábamos zapatos Gorila, que además tenían premio.  Pues bien, el profe nos introdujo en un mundo que no tendría ya nunca marcha atrás. Nos enseñó a vivir la materia, a imaginar ser inmateriales, experimentamos un concepto nuevo, -la expresión corporal -,  y nos sorprendió muchos días con escapadas al cine por sorpresa , excursiones a la montaña y lecturas de Juan Salvador Gaviota, cuando en el país el dictador aún tenía temblando a la mayoría y estaba por firmar sus últimas cinco penas de muerte.

Esos niños gigantes de hoy  evocamos cuarenta años después a aquél profe tan admirado, lo evocamos tanto que emprendimos visita a su casa, empujados por una energía sin límites. Quién sabe si viviría en el mismo lugar, si continuaría vivo o si se acordaría de nosotros. Nos enseñó  a soñar y a alcanzar nuestros sueños así que nos plantamos ante su puerta y llamamos. Estaba. Seguía allí. Abr ió. Nos vio. Nos reconoció. Nos abrazó como lo hacía entonces y después de las risas y las lágrimas nos confesó que siempre se había preguntado qué habría sido de nosotros y si su experimento de abrir  las mentes a aquellos niños habría dado sus frutos o habría hecho adultos infelices o poco preparados.  La verdad es que  hoy, todos sin exclusión, guardamos la esencia de aquello que nos enseñó,  y que nos abrió a la vida con la valentía de imaginar y soñar, de sentir.  También es verdad que entonces, casi le volvimos loco,  atando papelitos a las patas de las moscas para que volaran por la clase, saltando por la ventana  mientras él apuntaba algo en la pizarra o  lanzando  papel  ensalivado al techo, formando una verdadera constelación de ADN infantil.

El profe abandonó la docencia poco después,- él sabrá los motivos -,  y nosotros la infancia, pero hoy identifico perfectamente quién fortaleció más en mi  y en mis amigos unos valores y una valentía de pensamiento  que va más allá de la propiedad conmutativa, que por cierto nunca he necesitado.

 

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias