Llevamos una década intentando poner en marcha procedimientos que permitan disponer de información precisa sobre la incidencia y la prevalencia del cáncer en la comunidad orientados a la evaluación de los avances en la supervivencia y en la esperanza de vida. O lo que es lo mismo, completar, universalizar y modernizar los registros en cáncer nacidos en el ámbito profesional en el siglo pasado. Los últimos datos hechos públicos de los que tengo conocimiento tienen más de 10 años. La recogida de datos se realizaba a “pedales” de acuerdo con la ordenación territorial y tecnológica del momento. Se centraba de forma prioritaria en los archivos del Hospital Son Dureta. Hace más de un lustro, se crearon los registros hospitalarios de tumores con el fin de adecuarse a los nuevos tiempos y con el objetivo de facilitar la recogida exhaustiva, rigurosa y homogénea de datos de todos las áreas. En esta línea, hay que reconocer que en las dos últimas legislaturas se han hecho esfuerzos más que significativos, también económicos, para implantar un registro que de cobertura a toda la comunidad balear.
Mira por donde, el BOIB del 29 de octubre publica la creación del “Registro Poblacional de Cáncer de Mallorca”, con indicadores claramente insuficientes y excluyendo los cánceres de Menorca e Ibiza-Formentera. Un registro diseñado para incluir sólo los cánceres de Mallorca. Reproduciendo indicadores tradicionales que tienen utilidad epidemiológica, no translacionales y que aportan poco valor a la toma de decisiones estratégica. ¿Es un lapsus, un error o una provocación? En cualquier caso…, un despropósito.
Se crea un registro que no incluirá las neoplasias de las islas menores. Un registro que deja por el camino la recogida de indicadores básicos para la adecuada planificación sanitaria en general y oncológica en particular.
Se escapa de cualquier lógica crear un registro poblacional solo para la isla de Mallorca, que pase de las singularidades de las islas menores, de las Influencias carcinogénicas medioambientales particulares de cada isla, del comportamiento de poblaciones genéticamente diversas, con orígenes distintos, con estilos de vida diferentes, con entornos medioambientales distintos y con desigual accesibilidad a los tratamientos.
No tiene sentido limitarnos a reproducir, en exclusiva, los anteriores registros, cuya vigencia tuvo su momento y que han quedado, desde el prisma organizativo y tecnológico, claramente obsoletos.
No es el momento de establecer un registro solo para Mallorca, discriminatorio en su origen, parcial en su contenido, deficitario en la estructura y débil en el apoyo a la toma de decisiones.
Es la ocasión para poner en marcha un registro integral, moderno, a tiempo real, con variables laborales, con herramientas que permitan equipararnos a las comunidades más avanzadas y en el que la coordinación de equipos es más importante que la propia estructura formal. Con ello no estoy hablando de dinero ni de nuevas inversiones; simplemente de innovación, imaginación y pragmatismo.
Una vez confirmado que no se trata de un error material, me queda la sospecha que nace para dar cobertura a la publicación de trabajos epidemiológicos con objetivos limitados, orientados al pasado y que no engañan ni a los que los recogen. No es necesario inventar nada. Sería suficiente con aplicar las iniciativas desarrolladas en nuestro entorno y dejar de mirarnos al ombligo.
Para este viaje no hacían falta alforjas.





