Se cumplen doce años de los atentados del 11 M, así que tal día como entonces nos encontrábamos en Newcastle para informar del partido que enfrentaba al Mallorca con lás “águilas” con un monstruo en cada banquillo, Bobby Robson y Luis Aragonés. Al recordar aquel día no he podido evitar comparaciones entre los que el club fue hace más de dos lustros y lo que es hoy, pero sobre todo me acuerdo mucho de las personas y de sus estilos.
Al que fue después seleccionador español y constructor de los fundamentos sobre los que se erigió la roja, jamás se le hubiera ocurrido criticar públicamente a algún miembro de su plantilla, ni siquiera a los más recalcitrantes suplentes. Y eso que se las tuvo tiesas con Etoo, pero aquellos trapos siempre se lavaron dentro de casa. Fernando Vázquez ya ha arremetido contra Timon pos su expulsión contra el Athletic B, ha seguido Brandon –“no está en su mejor momento”- y le ha tocado al fandango a Ortuño cuyo fichador, por cierto, no se preguntó la causa por la que el Zaragoza la abrió las puertas metido como está en plena lucha por el play off.
Cada cual entiende su trabajo como mejor le parece, ¡faltaría más!, pero no tenemos la sensación de que opinar en público sobre un jugador en concreto que no tiene la menor oportunidad de contradecir o replicar a su técnico, sea el camino más conveniente para el interesado ni tampoco para sus compañeros. El gallego pasa por alto que los futbolistas pueden salvarle el pellejo, pero no al revés por mucho protagonismo que persiga.