La Conferencia Política del Partido Popular del pasado fin de semana ha traído cambios claramente insuficientes para afrontar los retos que se avecinan.
Ha sido todo muy estético. Los dirigentes del Partido Popular se han esforzado en abandonar clichés formales del pasado en unos tiempos en los que la política tiene un alto componente de mercadotecnia. Un esfuerzo que saltó por los aires cuando el protagonista principal, Mariano Rajoy, compareció de orador ataviado con corbata y traje oscuro, como si en vez de un acontecimiento político de mediados de 2015 estuviera impartiendo una conferencia académica a finales del siglo pasado.
Esta contradicción entre los intentos modernizadores del partido y el inmovilismo de su líder es la metáfora de los males que atenazan al Partido Popular desde que Mariano Rajoy lo dirige.
Este pasado fin de semana hemos visto que un sector del partido popular quiere rejuvenecer su imagen y mejorar su política para volver a ser el partido de centro-derecha de referencia de los 3 millones de votantes que lo han abandonado durante esta legislatura. Para su desgracia, al frente del mismo sigue Mariano Rajoy, sin cambiar una coma, ni en la política a desarrollar, ni en el discurso, que está provocando el abandono de sus votantes.
Sin refundación popular a la vista, Rajoy y sus políticas abocan sin remedio a la que antaño fue la fuerza hegemónica del centro derecha español a diluirse entre las opciones centristas, las de la indefinición, o las socialdemócratas, dejando libre el espacio electoral de la derecha social. No me cabe duda de que otra formación política ocupará ese espacio. Tan necesario, por cierto, para nuestra democracia.