Siempre hay flores en la acera de Palmanova donde murieron asesinados Diego Salvà y Carlos Enrique Sáenz. Todavía no han sido identificados los autores directos, pero al día siguiente de las bombas Itziar Moreno figuraba la primera en la lista de los sospechosos de ETA. Ya está detenida junto a Oier Moreno. Curioso que estos dos etarras lleven apellidos tan vascos como Moreno, Martínez y Gómez. Curiosidades sociológicas aparte, el de Palmanova ha sido el último atentado en suelo español y probablemente pase a la historia como el último acto mortal de la banda si continúa esta dinámica de tregua unilateral y de persecución implacable por parte de las fuerzas españolas y francesas. Pero los acontecimientos del fin de semana, los disparos contra la policía francesa suponen la ruptura del alto el fuego y la última oportunidad de los partidos Portu y Bildu (que significa algo así con junta o reunión) de presentarse a las elecciones de mayo. Calificar de ‘incidente’ un tiroteo es un sarcasmo tétrico, condicionar el uso de armas a la defensa propia es seguir en guerra y usarlas en un control policial es un acto de terrorismo. Además, lamentar no es condenar la violencia. Es lo que siempre se ha mantenido, que si los políticos y aspirantes a gobernar no presionan, condenan y deslegitiman las sinrazones de los terroristas; si no son capaces de decirles hasta aquí habéis llegado, no representáis a nadie, sois un residuo para el desecho, entonces no son dignos de ser aceptados en el juego democrático ni el cuerpo social. Que se queden en casa hasta que condenen el infame asesinato de Palmanova, probablemente el último, ese que siempre recordaremos aunque no haya flores en la acera.
