Hace poco más de una semana la edición digital del semanario alemán Der Spiegel publicaba que, según fuentes no especificadas cercanas al gobierno alemán, una eventual victoria electoral de Syriza y posterior formación de gobierno por parte de su líder, Alexis Tsipras, provocaría la salida (expulsión) de Grecia de la eurozona, de no mantener el nuevo gobierno griego los acuerdos existentes en la actualidad para la financiación de su deuda.
El gobierno alemán no ha confirmado, pero tampoco ha desmentido, esta información, lo que le confiere verosimilitud y credibilidad. De hecho, un portavoz ha manifestado que Berlín espera que el nuevo gobierno griego salido de las elecciones respete los acuerdos existentes, lo que viene a ser una casi confirmación.
También el presidente de la Comisión Europea, el Sr. Juncker, hizo hace algún tiempo unas declaraciones en las que de manera indirecta venía a expresar su disgusto ante la posible llegada de Syriza al gobierno de Grecia.
Este intervencionismo del gobierno alemán, del presidente de la comisión y de muchos otros representantes del establishment europeo conservador, y también algunos liberales y socialdemócratas, que lleva implícito una amenaza y, por tanto, un chantaje a los ciudadanos griegos, resulta detestable. Parece que solo se atreven con el pequeño. En realidad, Alexis Tsipras no ha dicho nunca que quiera salir del euro, cosa que sí dice Marine LePen del Front National francés, ni mucho menos que quiera salir de la UE, como sí manifiesta sin tapujos Nigel Farage del UKIP, el partido para la independencia del Reino Unido (es muy significativo que consideren que la pertenencia a la UE signifique la pérdida de la independencia del RU, cosas veredes), y sin embargo no hemos escuchado ni leído ninguna advertencia a los ciudadanos franceses, ni a los británicos.
Tsipras defiende una renegociación de los términos y condiciones de devolución de la deuda y una quita razonable de la misma porque sostiene que es imposible la devolución total en las condiciones actuales sin condenar a la inmensa mayoría de los griegos a la indigencia para varias generaciones. Resulta sorprendente la inflexibilidad alemana si recordamos que a la Alemania en ruina absoluta tras la Segunda Guerra Mundial, ruina a la que ellos habían conducido a sí mismos y a casi todo el continente, se le perdonó en un momento dado la práctica totalidad de su deuda y se les concedieron ingentes cantidades de fondos de ayuda para la recuperación económica. Ellos trabajaron mucho y muy bien para su reconstrucción como país, pero sin la condonación de la deuda y la ayuda financiera que recibieron, todavía hoy no habrían acabado de reponerse y no serían la potencia económica que son.
También propone Tsipras toda una serie de medidas para acabar con el estilo tramposo y corrupto de gobierno que ha padecido Grecia en las últimas décadas y le ha conducido a la situación actual, así como para acabar con la evasión fiscal, la fuga de capitales, la economía sumergida, la explotación laboral y la corrupción de la administración pública. Los políticos alemanes y los de otros países europeos han criticado duramente, con razón, a las elites griegas políticas y económicas corruptas, falsarias e incompetentes que llevaron al euro y a la UE al borde del abismo hace unos años con sus estadísticas falseadas, en lo que fueron ayudados y asesorados por algunas agencias que, curiosamente, siguen manteniendo su influencia y nadie se ha atrevido a investigar. Sin embargo, las medidas impuestas a Grecia para el rescate han castigado a los ciudadanos y han mantenido en el poder a esas mismas elites. Parecería que los gobiernos europeos, especialmente el alemán, y la Comisión Europea deberían ver con buenos ojos la desaparición de esos políticos y su sustitución por otros no contaminados y que proponen medidas de regeneración y buen gobierno y que para ello solicitan que se afloje el nudo que está estrangulando a sus ciudadanos.
La cancillera Merkel y su gobierno deberían estar más preocupados, y abochornados, por la evasión masiva legal de impuestos perpetrada por muchas empresas multinacionales, posibilitada por legislaciones “ad hoc” diseñadas por el gobierno de Luxemburgo cuando su primer ministro era su protegido y prohijado Jean Claude Juncker. Es una vergüenza que este individuo haya acabado siendo el presidente de la Comisión Europea. Este tipo de comportamientos es mucho más peligroso para la UE que la renegociación justa de la deuda griega que plantea Tsipras.





