Investigación en riesgo

Este domingo 10 de noviembre ha sido el día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, instituido por la Unesco y el Consejo Internacional de Uniones Científicas (CIUC) en 2001 para proclamar y promover que la finalidad de la ciencia debe ser la paz y el desarrollo de la humanidad, así como su uso en pro del beneficio de las comunidades humanas, la erradicación de la pobreza y la promoción de la seguridad y la estabilidad. También se pretende que los ciudadanos adquieran conciencia de la importancia de la ciencia y que disminuya el desconocimiento que una gran parte de la sociedad tiene de la misma.

Esta celebración no llega este año en un buen momento para la ciencia en España. Hace años que los presupuestos públicos para investigación se vienen reduciendo, lo que está llevando a muchos equipos y centros de investigación a una situación límite, o a la desaparición. Son cada vez más los equipos que se mutilan o desmantelan, los investigadores que se quedan en la calle o que viven en precariedad permanente y sin saber que futuro les espera a corto plazo.

El gobierno central, el que más ha recortado, porque era del que dependían las mayores partidas presupuestarias, ha anunciado que el presupuesto de investigación para el próximo año aumentará en un 6 %, pero la mayor parte de este incremento se irá al sector militar, lo que no es precisamente una buena noticia y menos aún en un día mundial que pretende promover el uso de la ciencia para la paz.

Estamos poniendo en peligro toda la infraestructura y los equipos humanos que se levantaron en los años noventa y primeros dos mil y, si retrocedemos 25 años, tardaremos otros tantos en volver al nivel en el que estamos ahora. La situación es especialmente preocupante en el área de sanidad y biotecnología, porque es una de las áreas de conocimiento científico en las que hemos alcanzado una posición internacionalmente relevante.

La pérdida de científicos, de equipos y proyectos de investigación, el cierre y desmantelamiento de laboratorios y centros es una pérdida irreparable para la sociedad, que no parece ser plenamente consciente del perjuicio que suponen. Las economías más avanzadas se basan en el conocimiento y la innovación. Un país sin investigación, desarrollo e innovación nunca tendrá una economía puntera, sino que dependerá de la explotación de materias primas, si las tiene, como en nuestro caso el sol y playa, y la transferencia de tecnología que reciba de países más desarrollados para producir bienes de escaso valor añadido, siempre y cuando los costos laborales sean reducidos, y sea fácil proceder a devaluaciones internas de salarios y beneficios sociales.

Uno de los objetivos del día mundial, como ya se ha expuesto, es que los ciudadanos tomen conciencia de la importancia de la ciencia y, así, mejore su percepción de la utilidad del trabajo de los científicos, así como su decisiva importancia, no solo para el avance del conocimiento, sino también para la economía y el bienestar de la sociedad. En este sentido, nuestras instituciones científicas, sobre todo las universidades, deberían abandonar su tradicional aislamiento, que es percibido por muchos ciudadanos como una actitud de displicente superioridad, incluso cierta soberbia, e instituir políticas de acercamiento e información, que permitan un mejor conocimiento por parte de la sociedad de los proyectos científicos desarrollados por sus equipos de investigadores.

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