Muere una semana que arrancó el pasado fin de semana con más pereza que gloria. Recuerden que se celebraba el congresillo, congresete o congrejuélo del Partido Popular para elegir el presidente insular de Mallorca. Sí, soy consciente de la dificultad de recordar tan anodino hecho que parece perdido en la noche de los tiempos, que nos suena lejano, como si habláramos de la invasión normanda de Inglaterra. La jornada renqueó como atacada de ciática porque los militantes del PP ni olieron las urnas. Votaron 3.008 afiliados de 18.000, lo que no quitó tensión a la emocionante elección a la búlgara de Jeroni Salom, que se hizo con el 98 por ciento de los votos porque competía contra una señora llamada abstención. No faltaron los aplausos a lo Politburó. Para animar el cotarro trajeron a Mariano Rajoy —el de verdad, nada de plasma, oigan— que ni por esas emocionó a una militancia necesitada de un alijo de viagra porque está más mustia que un pijama party en un convento de clarisas. El rural Biel Company la lió parda cuando le dijo al presi que «no perdiera ni un minuto con Armengol». Si señor, aquí estoy yo, el típico español: «¿Que quieres mil duros? Pues te los doy». Bielet, te has pasado de frenada. No le digas a Mariano que tú te encargas de Francina porque suena a «parecerá un accidente». Luego, la mujer se enfada con razón, que es la presidenta de todos, hasta de ti y los tuyos, y a ella le toca hablar con Mariano, en plasma o en persona.
Los bostezos se prolongaron el lunes por la noche con el estreno de la serie de ficción Treufoc en IB3Televisió, que volvió a sumar una paupérrima audiencia acumulada a lo largo del día del 1,8 por ciento, según datos de Kantarmedia. No he visto la serie y no puedo opinar —a esas horas yo plancho la oreja—, si bien lo siento por mi antigua casa. Han cerrado el mes de mayo con una audiencia media, cuota de pantalla, share o como lo quieran llamar, del 2,5 por ciento, el registro mensual más bajo en sus doce años de historia. IB3 falla más que el coche de Fernando Alonso, que hasta cuando se lo cambian lo revienta, como en Indianápolis. Ni a Andreu Manresa ni a Alonso les dejo un miserable boli Bic, que acabamos de tinta hasta las cejas. No lo deseo y espero equivocarme, pero cada vez veo más indicios de que al final de la legislatura le darán las llaves de Son Bugadellas al que venga y le señalarán donde está el interruptor de la luz y la llave de paso del agua corriente.
Mientras llega la debacle, se anuncia la inminente puesta en marcha de una televisión online a pachas con TV3 y los no muertos de Canal 9. Bon Dia Televisió es el nombre de la joint venture catalufa. Lo van a petar, como Joan de Son Rapinya. Por cierto, los trabajadores de las empresas concesionarias de IB3 que aspiran a ser funcionarios del ente público deberían darse cuenta de que Armengol y el PSIB-PSOE —con sus compis de Més por Mallorca, Més per Menorca, Més per Indochina y Podemos— han vuelto a tangarlos. No hay ni una sola plaza para ellos en la mega-macro-hipercósmica oferta de empleo público anunciada por la presidenta. 7.750 plazas y ni una para IB3. Pueden seguir soñando.
La catetada de la semana se la ha ganado el Ayuntamiento de Palma, no el edificio que es precioso, sino los que mandan allí dentro. Les ha faltado escribir «clocreta» El en breve saliente alcalde José Hila —si a Toni Noguera no le cae una imputación por los contratos de Garau— ha conseguido podemizar al PSIB-PSOE de Palma para contagiarse de los peores tics ideológicos de morados y verdirrojos. No se le ha ocurrido al consistorio mejor idea que lanzar un comunicado criticando que los militares se hicieran fotografías con niños y armas durante la jornada de puertas abiertas del Día de las Fuerzas Armadas. Si les parece, se van a hacer las fotografías con piruletas. ¡Que son militronchos! Militares y españoles, no puede haber cosa peor para el sectarismo que cala en Cort. Ahora resulta que jugar a indios y vaqueros con pistolitas de juguete va ser una intolerable muestra de fascismo infantil.
En reñida competición con Cort se encuentra el diputado podemita Salvador Aguilera. Merece el premio ex aequo al empleado del mes del Parlamento balear junto a Montse Seijas. Inclasificable es todo cuanto se puede decir de su críptica intervención en el pleno del martes. Creo que ni él mismo se enteró de lo que pretendía explicar. Dejando de lado el estilismo —lucía una camiseta digna de un bloguero fashion victim—, desbarró durante unos minutos entre aplausos y risas de los diputados que se tronchaban con su intervención. Cuentan que los americanos utilizaron a indios navajos como operadores de radio en la Segunda Guerra Mundial para que los nipones no pudieran descifrar sus transmisiones, que el japonés es chungo, pero el navajo está por lo menos a la altura del vascuence. Deberían haber fichado a Aguilera. A los japos les hubiera estallado la cabeza. Imposible saber qué quería decir al grito de «Melià, Meliaaaaaaà». Ni máquina Enigma ni leches, eso no lo desencripta ni la KGB de la época de Breznev. Aguilera ha alcanzado cotas nunca vistas desde aquello de «el milenarismo va a llegar» de Fernando Arrabal. Para la próxima, en vez de un intérprete de lenguaje de signos, que llamen a un exorcista.
La noticia friqui de la semana ha pasado de puntillas, silenciosa, diría, si bien es un temazo. Es una de esas historias que si yo fuera propietario de un diario sería titular de primera a cinco columnas. Yo es que soy muy fan de El Rey, The King. Todo el mundo sabe que Elvis Presley no está muerto. Algunos creen que está de fábula en Hawai y otros que malvive trabajando en tareas de mantenimiento en el sótano del Caesar's Palace de Las Vegas. Yo soy de los que piensan que Elvis no era de este planeta, ningún humano podía ser como él, ni Chuck Norris, del que dicen que sus lágrimas curan el cáncer... Mala suerte, porque él no llora. Elvis tenía tres aviones privados de los que dos se conservan expuestos al público. Hasta hace poco se desconocía el paradero del tercero, un jet de color escarlata con asientos tapizados en terciopelo rosa, puro glamour. El avión ha aparecido abandonado en un destartalado aeropuerto de Roswell. Aten cabos de la marcianada: el último viaje de Elvis fue a Roswell —donde dicen que un platillo volante se estrelló en 1947— para ser recogido por una nave nodriza y partir rumbo a su hogar en Raticulín, Ceti Alfa 5 o Ganímedes. Pero, como suelo decir, esa es otra historia.



