La coherencia como camino

Vivimos rodeados de estímulos. Opiniones, tendencias, exigencias. Se espera que tengamos éxito, que seamos productivos, que estemos siempre bien. Y en medio de ese ruido, muchas personas se sienten perdidas. Agotadas por intentar cumplir con lo que “toca”, pero sin conectar con lo que de verdad les hace bien.

Ahí es donde entra la coherencia. Y no como una exigencia moral, sino como una brújula interna. Ser coherente no significa ser perfecto, ni tener todas las respuestas. Significa vivir de forma alineada con lo que uno siente, cree y necesita. Hacer lo que decimos. Decir lo que pensamos. Elegir desde el alma, no desde el miedo.

Y esa coherencia, cuando nace desde lo profundo, se convierte en un acto espiritual.

Porque la espiritualidad no es necesariamente rezar o seguir una religión. Es una manera de estar en el mundo. Es conectar con algo más grande —con la vida, con la naturaleza, con el otro, con uno mismo— y vivir desde ahí, con respeto, con conciencia, con verdad.

No se trata de parecer “mejores personas”. No se trata de elevarse por encima de nadie ni de usar la espiritualidad como medalla. De hecho, cuanto más conectados estamos con nuestra parte espiritual, más humildes nos volvemos. Porque comprendemos que cada uno tiene su proceso, su historia, su ritmo.

Ser coherente con lo que uno siente, incluso cuando va a contracorriente, es un acto de valentía. Y también de libertad. Nos libera del juicio ajeno, de la necesidad de aparentar, de la trampa del “tengo que”. Nos permite vivir más ligeros, más presentes, más en paz.

Y eso —aunque suene simple— es una forma de felicidad.

No hablo de una felicidad artificial ni de sonreír todo el día. Hablo de una felicidad serena, que nace del respeto a uno mismo. Una felicidad que puede convivir con días difíciles, con emociones incómodas, con dudas. Pero que tiene una base sólida: la de saber que estamos siendo fieles a lo que somos.

En un mundo que muchas veces premia lo superficial, lo rápido y lo rentable, apostar por la coherencia es casi un acto revolucionario. Y también profundamente sanador.

En Mallorca, donde convivimos tantas formas de pensar y vivir, esta reflexión se vuelve aún más importante. Podemos tener creencias distintas, estilos distintos, ideas políticas o espirituales distintas. Pero hay algo que nos une a todos: el deseo de vivir una vida con sentido. Y eso, en gran parte, se logra siendo coherentes con nuestra verdad.

Así que no se trata de ser perfectos. Ni de ser “espirituales” como etiqueta. Se trata de ser auténticos. De cuidar cómo vivimos, cómo hablamos, cómo amamos. De buscar esa alineación interna que nos da calma, incluso cuando fuera hay tormenta.

Porque al final, ser coherente no te hace mejor persona.Pero sí puede hacerte más feliz.

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.
Deja tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias