En los últimos meses se ha instalado un discurso que intenta rebajar la importancia del casco antiguo de Palma. Se ha dicho que apenas tiene un kilómetro cuadrado, que no es tan grande como algunos políticos aseguran y que su fama estaría inflada. Sin embargo, la realidad histórica, urbana y económica demuestra lo contrario. Palma posee uno de los centros históricos más grandes, más comerciales y mejor conservados de Europa.
El promotor de la ruta “Palma Mentirosa”, Iván Cerdà, sostiene que de baluarte a baluarte hay un kilómetro de distancia y que, por tanto, el casco antiguo tendría solo un km². Con esa premisa, lo compara con Venecia, que alcanza los siete km², Génova con cuatro o Sevilla con 3,9.
Conviene matizar que nadie ha afirmado nunca que el casco antiguo de Palma sea el más grande de Europa. Lo que sí está documentado es que se trata del segundo centro histórico catalogado más grande del continente, según recogía el Diario de Mallorca en marzo de 2017, con la participación del arquitecto Elías Torres y de la arqueóloga municipal Magdalena Riera. La técnica de Cort explicó entonces que Palma ocupa ese lugar destacado por la extensión protegida y el número de edificios catalogados, lo que deja claro que reducir su dimensión a un cálculo de baluarte a baluarte es una visión parcial que no refleja la realidad del Casc Antic.
El arquitecto Carlos García-Delgado refuerza esta visión en su conferencia “Palma, dos mil años de vida urbana” organizada por la Fundación Juan March y basada en su libro Las raíces de Palma, con documentación importantísima de la historiadora Lucía Garau. En ella recuerda que Palma fue más grande que Barcelona en términos urbanos hasta el siglo XIX. Es cierto que la capital catalana nos superó con el ensanche de Cerdà, pero ese hecho no cambia una realidad histórica contundente, Ciutat fue durante siglos una de las grandes capitales urbanas del Mediterráneo.
El casco antiguo de Palma conserva prácticamente intacta su trama medieval, con murallas, la catedral gótica, la Almudaina y un entramado de calles que hunde sus raíces en la época romana y en la etapa islámica. No es un decorado turístico, sino un tejido urbano auténtico que respira vida y comercio.
Otro aspecto que suele pasar desapercibido es la densidad empresarial que alberga. Tiendas, mercados, bares, restaurantes, iglesias, la catedral, hoteles, oficinas, galerías, grandes comercios y pequeños negocios conviven en un espacio monumental. Esta realidad tiene dos consecuencias. La primera es que se necesita muchísima gente para llenarlo, porque la escala urbana y comercial exige un flujo constante de residentes, turistas y clientes. No basta con un número reducido de visitantes. La segunda es que la percepción de vacío es engañosa, ya que aunque miles de personas recorran sus calles, el centro histórico es tan amplio que no transmite sensación de saturación salvo encontadas ocasiones, como los días nublados en plena temporada. A diferencia de lo que ocurre en cascos antiguos más pequeños, como Florencia o Dubrovnik, Palma tiene capacidad para absorber y dar vida a una gran cantidad de personas sin colapsar; otra cosa es que colapsen los accesos a la ciudad los días nublados y falten aparcamientos.
En definitiva, Palma es grande también por su capacidad de acoger, dinamizar y mantener vivo un espacio histórico único. Esa debería ser una fuente de orgullo y no de crítica. Los datos avalan esta realidad, es el segundo centro histórico de Europa por extensión catalogada; fue más grande que Barcelona hasta el siglo XIX; y su densidad comercial lo convierte en un motor económico y social.
No estamos ante un mito, sino ante una realidad histórica, urbanística y económica. Palma no solo es grande en cifras, también lo es en vida, en comercio y en legado cultural. Ese es el debate que deberíamos tener: cómo cuidarlo y potenciarlo, y no cómo minimizarlo.
Y por si hiciera falta recordar otros símbolos de esta singularidad:
- El Castell de Bellver no es solo un castillo singular, es el único ejemplo de castillo plenamente gótico de planta circular perfecta en Europa. Otros castillos medievales pueden presentar torres redondeadas o influencias parciales, pero ninguno logra la coherencia arquitectónica y la pureza de estilo que alcanzó Bellver. Los ejemplos citados en Francia, Inglaterra o Alemania no son estrictamente góticos o bien mezclan formas poligonales y circulares, mientras que Bellver mantiene una traza impecablemente circular en todo su conjunto. Esa rareza lo convierte en una auténtica joya del gótico europeo.
- El rosetón de la Seu, conocido como “el ojo del gótico”, es igualmente excepcional. Con sus 13,8 metros de diámetro, es el mayor rosetón gótico de Europa en medida lineal, ligeramente superior a los de Notre Dame de París, Estrasburgo o Reims. La confusión habitual viene de interpretar mal las dimensiones, algunos hablan de “metros cuadrados de superficie”, cuando lo correcto es hablar de diámetro. De hecho, si se midiera en superficie, el rosetón de Palma tendría cerca de 150 m² de vidrio, no “11 o 13 m²”, que sería un error desproporcionado. La diferencia con otros grandes rosetones europeos es mínima, pero suficiente para que el de la Seu pueda reivindicar legítimamente el título de mayor del gótico en diámetro.
Son detalles que, en conjunto, refuerzan la idea de que Palma no exagera su importancia. La respalda la historia, la arquitectura y la vida que aún hoy palpita en su casco antiguo. Palma no miente.