La Copa Davis en frío

Sé que lo que voy a decir no es políticamente correcto y seguramente impopular, pero no me altera en absoluto la posibilidad de que Alcudia pueda o no ser la sede de la eliminatoria de cuartos de final de Copa Davis entre España y Alemania. Y mi indiferencia obedece a varias razones: en primer lugar porque la competición, que ya pisó Mallorca en el 2004 en la Plaza de Toros de Palma y en 1997 en Cala Ratjada, se ha devaluado claramente en función del desinterés que los tenistas profesionales han mostrado en relación a un torneo que, de otro lado, falta por parte del público a las más elementales normas de comportamiento y caballerosidad que otrora distinguía al deporte de la raqueta, cuyo jolgorio es más propio de un partido de fútbol. Una nimiedad, lo reconozco, frente a consideraciones más concretas.
No sé por qué cada vez que a algún iluminado se le ocurre proponer alguna actividad o espectáculo, casi siempre sin otro interés personal que el de salir en la foto, tenemos que pagar entre todos, es decir las instituciones públicas, Govern, Consell Insular y Ayuntamientos, tienen que soportar los gastos de la ocurrencia en función de un interés general que, en este caso y con perdón, no existe. A estas alturas de la película Baleares no necesita invertir un millón de euros, la mitad de los cuales pasa a la tesorería de la Federación Española, para promocionarse como destino turístico ante el resto de España y, ni mucho menos, la Alemania que por si misma ya representa la clientela VIP de nuestro mercado internacional.
Utilizar el cebo de la participación de Rafa Nadal, no confirmada, no pasa de ser una maniobra que tiende la trampa del gancho ante quienes no recuerdan que siempre ha sometido su presencia a las necesidades de su calendario. Su espíritu, como vimos en el Santiago Bernabéu con motivo de la visita del París Saint Germain, recorre, estimula y viaja con el Real Madrid. Nada que objetar. Eso si, la organización de un evento como el que nos ocupa tendría mucha más razón de ser en su Academia, costaría menos dinero y, sobre todo, no tendría que abonarlo el contribuyente.
El Mallorca Open de Tenis, de la mano de Alberto Tous y otros colaboradores, por cierto alemanes también, constituyó un vergonzante fracaso, no aguantó más que dos ediciones, contó con tenistas de élite, Moyá entre ellos, y perdieron hasta las cejas sin que nadie se rasgara las vestiduras. Y no lloré.
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