La noche del próximo viernes, 31 de octubre, en Mallorca se celebrará el Black Friday, y la noche de Halloween. Dos tradiciones modernas, que nada tienen que ver con las tradiciones milenarias que hemos mantenido en la isla para celebrar la noche de difuntos, el Día de los Muertos, la noche de las Almas. No rechazo las fiestas que han llegado y se han quedado entre nosotros, pero sí que reivindico mi cultura. Desde hace 1500 años, el orbe católico, y por concreción la isla de Mallorca, ha celebrado la noche en que las almas de los muertos salen para visitar a los vivos. En mi casa, ese día, mi madre encendía una luz de aceite delante de las fotos de los familiares fallecidos. Era la manera de recordarlo en casa, y de que la luz encendida les guiase hasta la casa de sus deudos. Y a mí, no me daba nada de miedo. El día uno de noviembre, endiumengats, íbamos al cementerio de Palma, para llevar flores a las tumbas de los familiares que se fueron a una vida mejor. El cementerio está rebosando de colores, aromas y gente. Un espectáculo que le daba a la jornada una especial dimensión social. Al llegar a casa, la comida de otoño, normalmente un frito de cordero, terminaba con los dulces típicos de la fecha: panellets y bunyols, y els rosaris ensucrats. Me refiero a los años 60, cuando gobernaba España el dictador Franco. Por eso no puedo entender la idiotez supina de muchos políticos comunistas, nacionalistas y sanchistas cuando afirman que con Franco no se hablaba mallorquín. Sería en su casa, porque en la mía, siempre. Me sorprenden cuando dicen que no había libertades sociales, ni derechos de colectivos víctimas de la moral católica y de los fachas franquistas. Es verdad, pero no se puede juzgar un tiempo pasado con las leyes o normas de hoy en día. Hacerlo, es la gasolina que provoca el incendio de las masas franquistas que, ya hartas de esta suciedad de sociedad, intentan encontrar un pasado en el que todo fue mejor. Me he pasado toda mi vida estudiando historia, leyendo cientos de libros y periódicos de aquí, de Europa y hasta de países comunistas. No entiendo que la diputada de HB, Merxe Aizpurua, pida respeto para sus diputados en el Congreso por defender la democracia, cuando pide que se ilegalice a los partidos de la derecha, por antidemocráticos. Les invito a que busquen en la RED la biografía profesional de la diputada, para tener una idea clara de lo que entiende, esta señora, por democracia y libertad. El problema es que llegan al Congreso, como decía Sócrates, los más lerdos e incultos de los ciudadanos. Cuando el PSOE de Felipe González encumbró al cargo de Ministro del Interior a José Luis Corcuera, trabajador del metal, causó una gran emoción. Cualquiera ya podía ser ministro. Pero Corcuera, a quien conocí, era un tipo muy listo. Muy socialista y muy coherente con su responsabilidad. Creía en el servicio público y por eso, impulsó la ley de Seguridad, conocida como la de la patada en la puerta, que los socialistas derogaron unos años después. Una ley que podría haber permitido a la policía nacional entrar a la fuerza en un domicilio ocupado ilegalmente y sacar por la fuerza a los okupas. Piense, estimado lector, cuantos propietarios de pisos de alquiler, hoy votarían a Corcuera. Corcuera, lamentaba que el PSOE de Sánchez estuviera tan radicalizado en el discurso comunista. Pidió a Sánchez que se abstuviera en el Congreso para que gobernase el partido más votado, es decir, el PP de Rajoy. Y cuando se hartó, se dio de baja y se retiró. Existen socialistas coherentes y sanchistas borregos. Ellos desaparecerán de la historia política española, pero muchos periodistas seguiremos recordando a los que lo hicieron bien, desde sus convenciones democráticas. Y puede que recordemos y algo contemos de aquellos que antepusieron sus intereses personales, antes que su servicio a la sociedad que les eligió para gobernarnos.




