La fiesta que no quería la iglesia

Halloween no me gusta, así de claro. No es sólo la celebración en sí sino el mes de noviembre al completo, no me gusta. Reconozco no obstante la diversión para los niños y muchos adultos a los que les gusta disfrazarse para darnos un “susto” por la noche. A todos ellos les solicitaría que el año que viene, en la medida de lo posible, se pongan un poquito de acuerdo con el horario porque el pasado jueves por la noche fueron cuatro las ocasiones en las que tuve que responder al “Truco o Trato” y cuatro las bolsas llenas de golosinas que tuve que repartir, en distintos momentos de la tarde/noche.

Tendría que crearse la “organización o asociación Halloween tots Sants” a fin de coordinar el evento de una manera definitiva y conseguir que, cada grupo de madres con sus correspondientes hijos, se unieran a los demás grupos a fin de dar un “susto” monumental y global a los pobres mortales que nos quedamos ese día acorralados en casa esperando a los “mini zombies”.

Es gracioso observar como muchos de esos “mini zombies temporales” se asustan más entre sí que a los demás, y como se lanzan sobre las bolsas de golosinas dispuestos a repartirse el botín de forma inmediata, eso sí de forma ecuánime so pena de recibir dos guantazos en cualquier momento antes de alcanzar el próximo objetivo.

La asociación “Halloween tot Sants" debería además organizar cursos de introducción a Halloween porque el otro día la cajera del supermercado de mi barriada, después de haber cerrado el correspondiente “trato” con los mini zombies (entregándoles una enorme bolsa de regaliz), interrogaba a todo el que pasaba por caja para averiguar si ella tenía que decir algo, o no tenía que decir nada, y en definitiva quería conocer el funcionamiento de esa extraña costumbre que ha desplazado de un plumazo la fiesta de Todos los Santos que la Iglesia había estado protegiendo durante siglos.

Y es que nada que ver tiene poner embadurnarse la cara como un zombie para que te den chocolatinas, con levantarte el día primero de noviembre para ir a colocar las flores sobre las tumbas bajo un mantón negro mientras cae el diluvio universal. Halloween ha desplazado la fiesta de todos los Santos igual que el sol ha desplazado el frío y la lluvia con los que casi siempre, nos recibía noviembre.

Como cada año, espero y deseo que pase rápido este mes gris que no me gusta y aunque los mini zombies me hicieran reír sin darse cuenta de que, en realidad, los mayores les necesitamos disfrazados y divertidos para olvidar el miedo que nos oprime un poco más que cualquier otro día, cada uno de noviembre.

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