Hace unos días un buen amigo me remitió digitalizada una fotografía inolvidable, al menos para mí. Está datada allá por el año 1973, en el patio del Colegio La Salle de Palma que después pasó a ser los actuales Juzgado de Instrucción.
Ahí estamos unos cuarenta niños con el semblante serio y con un flequillo recto por encima de las cejas; por la ropa que llevamos debía ser otoño y era la clase de don Onofre. Era el principio de una formación que nos ha llevado a donde estamos ahora pues la vida no es sino una formación continuada, sea académica o vital. De entre ellos a muchos no les reconozco pero si encuentro el rostro amigo de un ilustre penalista de esta Plaza. Amigo desde los seis años y de esos de verdad.
1973, me cuesta mucho reconocer este país desde entonces, cuanto hemos cambiado. Era otoño y pocos días después ETA, siempre ETA, asesinó al Almirante Carrero Blanco, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros. Siempre quedará en el recuerdo la enigmática frase del General Franco a la Viuda del Almirante Carrero, “no hay mal que por bien no venga” ¿Qué quiso decir el dictador?
Mucha gente piensa, o pensaba que Carrero Blanco era el vigilante de la ortodoxia franquista y que sin su asesinato no se habría suicidado el franquismo a través de la aprobación de la Ley de Reforma Política.
Pocos años después, mal que les pese a muchos, Franco murió en la cama de viejo, de enfermo y sin haber conmutado algunas penas de muerte. ETA, siempre ETA.
Ahí, en esa foto, es donde empecé mi educación lasaliana, y de verdad les digo, lo he escrito otras veces, que me siento un Lasaliano activo. Gratitud eterna a cuantos en esos trece años que permanecí en La Salle me educaron como persona y me dieron los valores que me han acompañado hasta hoy cincuenta años después y espero para los que me queden.
Los de la foto, los cuarenta que estamos ahí, hemos tenido que adaptarnos a una vida que cuando salimos de la cáscara era impensable; democracia, Rock&Rios, Mecano, la movida, la informática. Cuando empecé en el noble oficio de la abogacía lo hice utilizando los tomos de Aranzadi, jurisprudencia y legislación. Horas de lectura sin encontrar lo que uno buscaba hasta la casi desesperación. Ahora un simple acceso a una nube donde la información está clasificada de forma eficaz.
Y ETA seguía matando, en los ochenta, además de lo reseñado, se secuestró al ingeniero Ryan de la central de Lemóniz y multitud de militares, policías y guardias civiles fueron asesinados, a quemarropa, a sangre fría, por llevar un uniforme que los identificaba; algún que otro político, pero sin lugar a dudas cuatro hitos marcaron los asesinatos, el baño de sangre que nos ahogaba como nación, el de la Casa Cuartel de Zaragoza, el de Hipercor en Barcelona, el de un hombre de paz, Ernest Lluch, que, quizás no sabría o podría entender que hace su partido gobernando con quienes eran la otra cara de la moneda de ETA, siempre ETA, y el cuarto, como no, Miguel Ángel Blanco Garrido, hace 25 años.
Desciendo por una parte de mi familia de Sineu, un pueblo del centro de Mallorca, pequeño pero con mucho encanto y si hace 25 ó 30 años me hubiesen ofrecido ser concejal para echar una mano igual hubiese aceptado. Blanco era eso mismo, un hombre joven con voluntad de mejorar su pueblo porque creía que tenía algo que aportar, no era un gerifalte ni un hombre destacado o importante de cara al futuro como era Gregorio Ordoñez, la primera alternativa constitucionalista a la barbarie y al tiro en la nuca. Era un hombre voluntarioso y sencillo.
Lo de Miguel Ángel Blanco no fue un secuestro ni un asesinato. Fue una ejecución determinada y sentenciada cocida a fuego lento después de la liberación del funcionario Ortega Lara y anunciada para crear el mayor dolor posible a unos padres, a una hermana, a una novia y a todo un país. A Blanco no le dieron oportunidad de defenderse, le descerrajaron dos tiros en la nuca, a traición y cayó herido de muerte. De nada sirvieron las vigilias ni las manifestaciones, no hubo clemencia y cumplieron su siniestra palabra, ETA mató de nuevo, siempre ETA, pero esta vez midió mal las consecuencias; su exhibición de maldad y crueldad fue derrotada por la sociedad, los policías del País Vasco dejaron ver su rostro y fueron aclamados por la ciudadanía. Empezó a fraguarse una derrota que terminó llegando, demasiado tarde, pero que aún está inconclusa. Basta Ya, con las manos pintadas de blanco, era un clamor en todos los rincones de España, todos éramos Miguel Ángel Blanco, aunque el ejecutado solo fue él. Un hombre bueno, sencillo y trabajador dicen quienes le conocieron, pero sobre todo un hombre digno.
De todo eso han pasado, decía 25 años, aún faltan más de 300 crímenes horrendos que aclarar y asesinos y ejecutores que ser Juzgados con las leyes de la democracia, hemos superado la ley del Talión, pero es necesario, sobre todo por higiene democrático y para que las víctimas y familiares de la víctimas encuentren la paz y pueden cerrar de verdad el duelo que a todos los que han matado, secuestrado y han hecho tanto daño a tanta gente paguen por ello, no es venganza es justicia. No podemos dudar que nosotros tendremos para ellos una generosidad que ellos jamás tuvieron con sus ejecutados, con sus asesinados, tendrán derecho a defenderse, tendrán un juicio justo, y no se les aplicará la pena de muerte. Exactamente todo lo que los de ETA, siempre ETA, negaron a Miguel Ángel Blanco Garrido y a tantos otros, a demasiados.
De esa foto que no quiero olvidar, espero que quede la esperanza de dejar un mundo mejor a nuestros hijos, espero que quede un boceto de alegría e incluso despreocupación por determinadas cosas, espero que quede distinguir lo importante de los superfluo, espero que algo de bondad se me haya quedado y especialmente, que toda esa manera de pensar los que pasamos por los pupitres de La Salle, los Lasalianos, perdure por muchos años pues es más que una ideología, es una forma de ser fundamentada en la paz, en la fraternidad, en el amor al prójimo y de hacer el bien, y aunque hemos crecido muchos años, demasiados, con información de asesinatos de ETA, siempre ETA, consigamos que sus continuadores, alguno de ellos con pólvora en las manos, dejen de intentar destruir este país que tantos esfuerzos hicieron y tanta generosidad tuvieron los que estaban allí en 1977.