Magdalena Fornaris, Inés Comellas y Juana Goñalons, abuela, madre e hija, temidas y odiadas de igual forma, son el exponente máximo de la brujería en la Menorca del siglo XVI. Las ‘Erissonas’, como eran conocidas, fueron muy populares entre 1640 y 1707, fecha en la que fue ejecutada en Ciutadella la última ‘sierva del mal’ de la saga tras más de 60 años de terror en la entonces capital, como explica la revista PORTUM Mahón en su último número de abril.
Magdalena Fornaris Medina
Nació en 1620. Se convirtió en una bruja célebre en Ciutadella. A ella acudían jovencitas deseosas de amor y también casadas en busca de cambiar la vida de sus infieles maridos a través de conjuros y oraciones. Sus fechorías obligaron a actuar al Santo Oficio de Ciutadella que la condenó a tres años de destierro … en Mahón.
Inés Comellas Fornaris
Nacida en 1646 en Ciutadella, siguió la estela de su madre. Fue muy temida en toda Menorca, lo que le costó su internamiento en las Cárceles Reales de Ciutadella dónde murió a finales de 1706 con 60 años.
Juana Goñalons Comellas
Vio luz en 1674. De vida licenciosa, decían de ella que ‘paría cada año’ incluso en ausencia de su marido. Con una cuidada ‘educación’ como bruja, fue famosa en Ciutadella. Fue encarcelada en las Cárceles Reales con su progenitora. Murió ejecutada al garrote.
Las fechorías de las Erissonas
Las fechorías de las ‘Erissonas’ son múltiples. Cuentan que en 1692, Sebastián García se hallaba en cama al borde la muerte. De pronto empezó a temblar y le dijo a su hermana Jerónima: “¿es que no ves a aquellas dos mujeres que están en la escalera? Me causan tanto espanto que no puedo vivir”. Pero la escalera estaba vacía. “¿Cómo las habéis dejado entrar?, son las Erissonas” espetaba preso del pánico. Las terroríficas apariciones no pararon hasta que murió a los pocos días.
Pero sobre todo eran muy vengativas. Inés y Juana acudieron un día a por un poco de sebo a la mujer del carnicero. Antonia Picó, que así se llamaba, se negó. Las dos brujas salieron del local sin decir nada más. Al instante, le entraron unas tremendas calenturas. Para evitarlas, Antonia fue a ver a las Erissonas y con mucho temor, les llevó el sebo que habían solicitado. La fiebre paró de inmediato. Pero otros que no accedieron a alguna de sus peticiones fallecieron entre tremendos dolores.
Lee el artículo completo (3 págs.)con la historia de las 'Erissonas' en este reportaje de abril de la revista PORTUM Mahón:
http://issuu.com/empatic/docs/portum_abril_baja/40