Este año se cumplen seis décadas del nacimiento de uno de los mejores grupos del pop español de todos los tiempos, Los Pekenikes. Yo los descubrí a finales de los años setenta, gracias a mi primo Gaspar, que es algo mayor que yo y que los había escuchado ya en los sesenta. Gaspar siempre me decía que Los Pekenikes eran un grupo maravilloso, seguramente el que más le había gustado musicalmente de aquella década prodigiosa. Su rendida y persistente admiración fue determinante para que un día yo decidiera comprar el disco «Lo mejor de Los Pekenikes», editado por Hispavox. Fue de ese modo como escuché por vez primera temas bellísimos suyos, como «Hilo de seda» (1966), «Frente a palacio» (1966), «Embustero y bailarín» (1967) o «Cerca de las estrellas» (1969). Mi primo Gaspar tenía razón.
Todas esas canciones y otras como «Sombras y rejas» (1966), «Arena caliente» (1966), «Sol de medianoche» (1967) o «Tren transoceánico a Bucaramanga» (1970) eran maravillosas entonces y lo siguen siendo todavía hoy. Podríamos decir que empezaron a ser ya intemporales desde el momento mismo en que nacieron, en el sentido de que se han acabado convirtiendo en temas independientes del paso del tiempo y que por eso mismo lo trascienden. Tanto entonces como ahora, la música de Los Pekenikes sigue siendo igualmente subyugante y mágica. Era el suyo un pop elegante, limpio, técnicamente perfecto, original. Un pop moderno y nostálgico al mismo tiempo, melancólico a veces, luminoso otras. Un pop profundamente evocador, como de otro lugar, como de otro tiempo, pero al mismo tiempo inequívocamente español.
Los componentes originarios del grupo fueron el malogrado Alfonso Sainz, Lucas Sainz, Ignacio Martín Sequeros, Eddy Guzmán y Pepe Nieto. La mayor parte de los temas que les dieron a conocer en sus inicios fueron compuestos por Alfonso, Lucas e Ignacio. Una de las peculiaridades de Los Pekenikes es que seguramente ha sido el grupo español que más cambios de todo tipo ha experimentado en su seno. Así, empezó siendo un quinteto y más adelante pasó a ser un sexteto y luego un septeto. Por otro lado, tras contar en sus primeros años siempre con un cantante solista, a partir de 1966 se reconvirtió en una formación esencialmente instrumental.
Mención aparte merece el gran número de músicos que, además de los ya citados, en uno u otro momento formaron parte de Los Pekenikes. Ciñéndonos sólo a su primera década de existencia, debemos citar a Tony Luz, Junior, Pablo Argote, Juan Pardo, José Barranco, Jorge Matey, Félix Arribas, Pedro Luis García, Vicente Gasca, Yamel Uribe, Guillermo Acevedo, Rodrigo García, Juan Jiménez, Álvaro Serrano y el mallorquín Toni Obrador, entre otros. Utilizando un símil futbolístico, podríamos decir que todos ellos conformaban un «dream team» de músicos «galácticos», seguramente merecedores de una o más «Champions». Dos de ellos, Juan Pardo y Junior, formarían además también parte del que para mí es el otro gran grupo español de los años sesenta, Los Brincos.
En aquella década prodigiosa surgirían otros grupos musicales también de gran nivel, como Los Bravos, Los Mustang, Los Mitos, Los Relámpagos o Los Módulos, entre otros. No volvería a haber una eclosión musical de semejante calidad en nuestro país hasta los años ochenta. Todavía hoy me fascina y hasta cierto punto me intriga el hecho de que hace ya cinco décadas se hiciera en nuestro país una música pop tan buena, al mismo nivel de la que se hacía entonces en el Reino Unido o en Estados Unidos. A lo largo de todo ese tiempo, ha estado presente entre nosotros la música de Los Pekenikes, en sus diferentes configuraciones como grupo. Su música ha acompañado cálidamente y ha hecho más grata la adolescencia y la juventud de diversas generaciones. También de la mía. Gracias por siempre, Pekenikes. Gracias por siempre, Alfonso, Lucas e Ignacio. Gracias por siempre a todos los que en algún momento formaron también parte de este maravilloso grupo. Gracias. Muchas gracias. Gracias por siempre. De verdad y de corazón.





