La Mare de Déu de la Salut

Sigo de vacaciones y me niego a perder un minuto de ellas pensando en las miserias de nuestros gobernantes. En 15 días se recuperará la lucha por el poder, como si nada hubiera pasado. Ni danas, ni apagones, ni incendios, ni trenes, ni Puigdemont, ni etarras, ni Ábalos, ni la esposa, el hermano, el primo y la suegra del jefe. Ni, tampoco, se recordarán los silencios y renuncias de la derecha. Los únicos que siguen de vacaciones son los de VOX, que se han tomado un tinto de verano a la salud de sus homólogos parlamentarios. Hablando de la salud, Palma ha empezado las fiestas de la patrona de la ciudad, que se celebra el 7 de septiembre: la Mare de Déu de la Salut. La patrona es muy reverenciada por muchos palmesanos, tanto de la ciudad como de la barriada del Terreno, donde nació su cofradía. Lo digo, porque nunca se cuenta que el Viernes Santo de los años 60, la virgen de la Salut salía del castillo de Bellver y era llevada en procesión hasta la iglesia que tenía la virgen en el Terreno. De esa historia, nació la relación particular entre la Virgen, la cofradía, los palmesanos del Terreno y el resto de la ciudad. Muchos residentes en el Terreno, trabajan en sus comercios durante la semana en la ciudad. Por eso, muchos comerciantes son devotos de la patrona. También, porque la religión es utilizada por el vulgo cuando hay penas y puñaladas. La Virgen de la Salut recibió el título ya en el año 1649, durante una de las pandemias de peste que asoló Mallorca. Se la coronó en la catedral de Mallorca, el 13 de septiembre de 1931. Entre la historia y la leyenda encontramos dos Mares de Déu de la Salut. La actual, ubicada en la iglesia de San Miguel, en Palma. Y la de la cual nace la leyenda, que por hermosa se cuenta como cierta, aunque muchos historiadores no la subscriben. Pero vale la pena contarla. El Rey Jaime I, antes de salir hacia Mallorca a su conquista celebró una misa en Salou bajo la advocación de una figura mariana. La tradición dice que se llevó la imagen en su barco hacia Mallorca, como que le había pedido ayuda en el mar, y cuando les pilló la típica tormenta de verano en la costa de Pollença, el Rey prometió que le dedicaría una iglesia cuando llegase a conquistar la ciudad. El 31 de diciembre de 1229, cuentan los que la vivieron, que antes de terminar el asedio y el pillaje, junto con el asesinato de tantos moros como pudieron, ya dieron gracias a esa virgen en una improvisada misa que se celebró en la Mezquita Mayor de la ciudad, ubicada en la actual iglesia de San Miguel. Los historiadores que escribieron la crónica de esa jornada, afirman que en la Misa y al escribir la gesta, se llamó por primera vez a la ciudad como Ciutat de Mallorques. La talla de la conquista ya no existe, la actual es del siglo XVI. Pero se le atribuyen algunos milagros. El más popular, muy clásico, cuenta cómo un niño de 14 años, llamado Antoni, que cada día iba a coger agua al pozo del Mercadal, le ganó el peso del cubo lleno de agua y se lo llevó hacia dentro del mismo. La fortuna hizo que el chaval pudiese quedar colgado sobre una roca del cuello del pozo. Sin soltar la cuerda, empezó a pedir auxilio a la Mare de Déu de la Salut para que lo salvase. Los vecinos, al oír los gritos, pudieron alzarlo hasta la boca del pozo sin ninguna herida. El 7 de octubre de 1965, el Ayuntamiento de Palma de Mallorca le concedió la Medalla de Oro de la ciudad. El pueblo mallorquín de Maria de la Salut, nada tiene que ver con la virgen palmesana. El pueblo en la época musulmana del siglo XIII se denominaba Maria. Es decir, mirar, ver. En 1916 se le añadió el apellido de La salud, que se catalanizó años después como Maria de la Salut. Hace solo 27 años. Pero eso es otra historia.

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